002 Inside Out
A casi cuatro años de la partida de un grande, un recuerdo y un poema.
Este mes se cumplen cuatro años de la, para muchos, incluyéndome, dolorosa partida de Carlos Ruíz Zafón, ese escritor barcelonés que con la magia de su pluma y la sensibilidad de su corazón, nos regaló en tinta bellísimos pasajes que nos hicieron soñar, imaginar, enamorarnos y anhelar; Líneas que los que le leímos guardaremos por siempre y que la literatura no podrá olvidar jamás pues su talento es sin duda uno de los más grandes regalos que Barcelona le regaló al mundo, al menos en materia literaria.
Después de su muerte en Junio de 2020, Planeta publicó un libro de cuentos con cuatro escritos inéditos, en los que el autor escribe guiños, señuelos y pistas que conducen a saber un poco más sobre los personajes de sus novelas más leídas.
Sobre Zafón, e Stephen King, otro mago de las letras, afirmó que había que ser un romántico de verdad para llegar a apreciar todo su valor y afirmó sobre las escenas de La sombra del viento, que éstas parecían salidas de uno de los primeros filmes de Orson Welles, afirmando que sus lecturas resultaban deslumbrantes. No sé si el autor llegó a saber de estos comentarios, pero sin duda le habrían orgullecido, pues el mismo Zafón declaró en vida que identificaba a Orson Welles como su héroe.
Pensando en esto he releído algunos pasajes de su obra y hoy más que con ganas de escribir sobre temas culturales, me dan ganas de recordarle.
Aquí comparto las líneas que en su momento escribí cuando supe de su muerte, como un pequeño homenaje de que aún se le recuerda:
El Anhelo de las letras. (Publicado en Junio de 2020)
La escritura ha sido desde siglos antes de Cristo, de la escritura cuneiforme y los jeroglíficos al pergamino y el nacimiento de la imprenta, la forma en que la humanidad ha contado sus historias, dejado huella de sus vidas y transmitido sus emociones, desarrollos, logros, relaciones, principios, costumbres y tradiciones, normas, etcétera y éstas por su cuenta, con soporte material de origen o sin él, han encontrado en el tiempo la forma de sobrevivir, reproducirse, comunicarse, traspasar fronteras y vencer al olvido con el que el tiempo castiga. Así lo hicieron los poemas de Homero, el poema de Gilgamesh, la primera gran novela Genji y hasta los evangelios.
Yo no tengo más oficio que el de contador de historias. Las que me gustan y viven en mi mente las estampo en letra o en imágenes, en verso o en prosa, a merced de un ordenador, con aceites sobre tela o mediante la fina línea de un estilógrafo sobre hilos de algodón entretejido y aunque no vivo de ello, –¡ojalá así fuera! –, son también las letras las que ponen el pan y la sal en la boca de los que amo, pues mi profesión de abogado, no es más que una versión con toga y birrete del oficio del scriba.
Como abogado, mi día a día, también consiste en hilar palabras y contar historias, la historia conveniente a los intereses del cliente, curiosa excepción donde el orden de los factores sí altera el producto, qué se escribe primero y qué después cambia una idea; una coma de más o un punto de menos intercambia derechos por obligaciones y se vuelve uno responsable de los porvenires fuera del azar, de aquellos personajes que no nacen de nuestra mente pero que sí empeñan sus dádivas para hacer valer su versión de los hechos.
La abogacía nos enseña a narrar, nos impone estructuras útiles, nos ilustra en el sabio principio de que la forma es fondo y nos hace practicar nuestro oficio de letristas con la correcta narración de los proemios, los hechos, los alegatos y las conclusiones o bien con los antecedentes y las cláusulas. ¿Qué tan distinto es eso a la introducción, el nudo, el clímax y el desenlace de un relato? Supongo que en estructura no lo es demasiado, sin embargo, la abogacía no nos da la imaginación para crear mundos, en la abogacía los hechos se nos dan, ya han sucedido y nosotros sólo debemos de acomodarlos según se requiera, mientras que la belleza de la literatura (al menos en la ficción y en la poesía) consiste en que los hechos, los personajes y los sentimientos surgen de la coherencia mente-corazón que habita en cada uno de nosotros, por lo que cada relato, cada verso y cada estrofa es único e irrepetible y puede ser escrito sólo por la pluma que lo vio nacer, pues son la expresión material del conjunto de vivencias, recuerdos, lecturas, convivencias, amores y dolores de quien escribe e hila las palabras que forman oraciones hasta lograr una historia que transmita.
Hay historias que sobreviven por un tiempo e historias que trascienden generaciones. En castellano, el ejemplo más acertado de esto es el Quijote de Cervantes que es la obra más leída de la literatura española y que tiene más de cuatro siglos de mantenerse vigente. La segunda obra más leída de la literatura española, según cuentan los que hacen de la estadística y los conteos su modus vivendi, es una obra nacida casi cuatrocientos años más tarde. Trescientos noventa y seis años después de la publicación original del caballero de la Mancha, en 2001, Carlos Ruíz Zafón, un Barcelonés, que hasta entonces sólo había publicado una obra considerada fuera de la literatura juvenil (Marina), publicó y regaló al mundo su obra más emblemática, que marcó el inicio de una saga fantástica e inolvidable, la del Cementerio de los Libros Olvidados.
La Sombra del Viento publicado en 2001 y que marca el inicio de la saga y no así el inicio cronológico del conjunto de historias que en ella se cuenta, es un libro icónico, afortunado, uno de esos garbanzos de libra que se convierten en atesoradas joyas por todos los lectores que tenemos la dicha de habernos perdido entre sus páginas. Vendió más de quince millones de ejemplares y se tradujo a treinta y seis idiomas. No creo que ninguna novela contemporánea en castellano haya logrado semejante proeza ni creo que sean muchos los autores que logren una segunda, tercera y cuarta parte que se encuentren a la altura de la obra primigenia.
La Sombra del Viento y en general la saga del Cementerio de los Libros Olvidados, es la puerta a un mundo gótico, de cruda realidad y mágica fantasía que retrata el amor maduro, el amor paternal, el empeño de amar, los sinsabores y las ironías de la vida, la risa del amigo, el dolor del amor perdido, las cicatrices de la guerra, la historia de una ciudad y sobre todo el amor y cuidado a los libros que tienen alma, el alma de quienes los escribieron y los leyeron y que nos recuerda que viviremos mientras se nos recuerde y que nos invita a nunca a olvidar nuestros sueños, pues nunca sabremos cuando los necesitaremos.
Este mes murió Ruíz Zafón víctima de un maldito cáncer y sí, “La madre naturaleza es una grandísima furcia”
Yo, me quedo con el anhelo de unas letras más nacidas de esa maravillosa pluma. Se nos quedan en el tintero cuatro o cinco relatos (considerando el ritmo de su escritura) de gozo garantizado que hubieran visto la luz si no hubiera llegado la prematura muerte. Sin embargo, celebro su vida, pues sin conocerle, advierto que el conjunto de sus recuerdos, sus amores, lecturas, vivencias, tertulias, amigos, risas y lágrimas fueron dichosos y bellos, pues dieron coherencia a su corazón y mente que de la mano de su talentosa pluma nos regalaron la herencia de su obra.
Sin duda La Sombra del Viento y el Cementerio de los Libros Olvidados serán parte de esas obras que trascienden las fronteras y vencen el olvido del tiempo. Siempre encontrarán a un lector que caerá enamorado de Don Fermín Romero de Torres, de los Sempere, de Julián Carax, Clara Barceló, Penélope Aldaya, entre tantos otros inolvidables personajes y será su dulzura tan vívida al cerrar el tomo que lo recomendarán a sus allegados y así ese increíble mundo de anhelos y el recuerdo de Carlos Ruíz Zafón vivirá por siempre.
Sigamos los que soñamos con el oficio de la buena pluma aprendiendo de los grandes y manteniendo los sueños despiertos, quizá algún día escribamos algunas líneas que sobrevivan.
Descanse en paz el maestro Ruíz Zafón (1964-2020).
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También en este ánimo literario de lunes, comparto un poema viejito, pero que me gusta bastante (como dicen mis queridos regios)
LA CAMA DE LOS DOS
Sobre el bosque ando
Pisando hojas del ayer
Que se mueren con el tiempo
Y reviven con el sol
Naciendo los recuerdos de mañana
Los olvidos del ayer
De la noche en que me amabas
De los timbres de tu voz
En esa cama que no era mía
Ni era tuya, pero era de los dos
Procuro no pensarte
No quiero imaginarte
El breve verde de hojas secas
Tu vestido trae de vuelta
Y comienzo a tocarte
Y olvido olvidarte, no dejo de amarte
Y vuelvo a ser yo
Pisando barro viejo
Respirando la humedad
El musgo al lomo me trae tu aliento
Y el latido en paz llega con el viento
Y con tus besos en mi mente cubro la oquedad
De no verte mas que en cambio de estaciones
De estar cerca solo en mis canciones
Oscurece y te condeno bajo llave
La luna me da vida
Pero muero por el sol
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Pues hoy fue distinto, pero espero que te haya gustado.
En dos líneas encontré una hermosa definición de mi profesión:
“Abogado no es más que una versión con toga y birrete del oficio de acriba”