A veces, cuando algo no va bien o simplemente cuando la rutina aprieta, nuestra mente hace trampa y nos lleva al pasado, a esa época en la que todo parecía más claro, más noble, más fácil. ¿Te ha pasado? Escuchas una canción vieja, ves una película antigua, piensas en cómo eran las calles, los noticieros, los veranos... y por un segundo te convences de que “antes todo era mejor”.
Este fin de semana mi tía, la hermana mayor de mi madre, de quien basta decir, que su cariño, sonrisa y energía, son el claro reflejo de una vida vivida con sabiduría y su mirada una proyección enorme que sin palabras grita lo mucho que ama su existencia, cumplió 80 años y como manda la tradición familiar —una tradición que alguna vez fue costumbre semanal, nos reunimos los cercanos y los lejanos, primos, tíos, hermanos, amigos, etcétera; algunos que no veía desde hace años, hubo algunos nuevos, otros ausentes.
Entre risas, historias cruzadas y miradas que compartían algo más profundo que palabras, me tomé un momento para ver todo desde afuera, me aislé un poco solo para observar y entonces me golpeó la nostalgia, mirar aquél carnaval esporádico de felicidad que alguna vez ocurría cada sábado en casa de mis abuelos, una casa que ya no existe, pero que habita en todos.
Recordé cómo crecí allí, entre visitas sin aviso, tíos que entraban y salían, primos que compartían risas, cuentos, temores; todo parecía eterno entonces y sin embargo, nada lo es, pues como enseña el budismo, lo único permanente es la impermanencia.
Pero lo interesante es que tras la nostalgia, llega la conciencia de cambio, notar cómo hemos cambiado todos. Quienes éramos y en quiénes nos hemos convertido. Entender que el destino no está escrito, que las cosas giran, a veces para bien, a veces para probarte. Que hay quienes no llegaron por circunstancias inesperadas, y quienes llegaron sin haberlo planeado y dejaron algo valioso. Que lo inesperado a menudo es lo que nos mueve.
Conecté entonces con la belleza de reafirmar que nadie empieza sabiendo quién será, ni permanece en el mismo nivel en ningún sentido, que todo se transforma y que mayormente se transforma para bien, vi y percibí brillo y vida en los ojos de quienes estábamos, en algunos incluso, más brillo, más alegría y más vida de la que pudiera recordar sobre ellos, y entonces me alegró constatar que con una pizca de voluntad y buena cara todo gira a favor, para mejor, y que ese brillo interno sin lugar a dudas se refleja y materializa en los tangibles.
Kubrick filmó su primer corto con una cámara prestada y un guion incoherente, el primer libro de García Márquez fue olvidado incluso por él, Walt Disney fue despedido por “falta de creatividad”, Tarantino trabajaba en un videoclub mientras escribía historias que nadie quería comprar y todos ellos, sin excepción son parte del club de quienes no se cansaron de fracasar, un espacio al que pertenecen quienes se atrevieron a comenzar, aunque fuera con el pie izquierdo y quienes no dejaron que un mal inicio o las circunstancias desfavorables, los definiera, así como cualquiera de nosotros que hoy estemos intentando algo, ya sea interno o manifestable en el exterior.
Mirar la realidad de hoy (que tampoco permanecerá), me recuerda que lo que parece banal o común puede volverse trascendental con el tiempo y que la nostalgia, aunque seductora, no debería ser una jaula, pues el pasado no fue mejor, solo fue nuevo y que es en el presente, que se desvanece tan pronto ocurre, donde nos construimos, nos corregimos, nos afinamos, nos volvemos, poco a poco, lo que alguna vez soñamos ser y es donde sencillamente somos.
Como dijo George Santayana: “La familia es una de las obras maestras de la naturaleza.” y crecer con ella, en todas sus formas, también es crecer con sus cambios, sus ritmos y sus pausas. Honremos el pasado, pero trabajemos en el presente con la certeza de que algún día lo recordaremos con orgullo, porque los errores de hoy, los comienzos dudosos, los vínculos recuperados o rotos, todo —absolutamente todo— puede ser el punto de arranque de algo que conecte en otro punto que valga la pena.
Israel siempre es bueno leerte, me encantó como captaste el brillo en los ojos de los familiares que festejaron a Lulú, me quede con ganas de estar con ella y con todos ustedes, pero la descripción qué haces me lleno de alegría pues sigue la unión por amor en nuestra bella familia, besitos
Que hermoso es leerte mi amor y ver tus maravillosos sentimientos , nos haces valorar más a nuestra amada familia . Gracias por hacernos reflexionar y dar gracias a la vida por estos momentos juntos.
Te Adoro.