Creo haber comentado en el pasado que tras mi primer deseo infantil de querer convertirme en detective privado, soñé entonces con convertirme en escritor; Al final, me convertí en abogado. Lo de la narrativa lo he practicado a modo personal y de forma amateur, mientras que las hazañas propias de Poirot encontraron su entierro dentro de mi voluntad no demasiado tarde, aunque debo decir que si bien no me van las artimañas de camuflajearme de noche, catalejos a mano y micrófono oculto al pecho, la curiosidad y el interés por encontrar historias y leer a la gente aun me persigue, pues son fundamentales para la narrativa.
El camino a la abogacía es un tanto el resultado de un gusto, un poco de azar y un montón de circunstancia, pero entre el anhelo de las letras y mi conversión al oficio alimenticio de escriba de normas que seguido se torna en psicólogo de juegos empresariales, hubo un tiempo en que quise ser artista plástico.
Desde pequeño tuve contacto con el arte. Mi casa que fue decorada por mi abuelo, un hombre culto y sensato (que ya es bastante), tenía un buen número de cuadros decorando las paredes y desde entonces me asombró la capacidad humana de retratar la realidad con la mano a través del pincel, me llamó el tema de los colores y comencé a entender una pizca sobre la iluminación, pero aquellos cuadros eran en su mayoría paisajes y bodegones, flores, algunos retratos, así que si bien me parecían interesantes no me invitaban a admirarles por largos periodos.
La primer fascinación llegó teniendo 16 ó 17 años, cuando descubrí al genio de Figueres. El primer contacto con la obra del divino Dalí me voló la cabeza. Lo recuerdo bien, fueron los relojes blandos, después supe que se trataba de La persistencia de la memoria, pero fue entonces la vez primera que ver una obra impresa en un libro de mediana calidad me dejó atónito y me provocó querer pasar un muy buen rato mirándole, tratando de entender, descubriendo las sombras, los trazos, las hormigas sobre el único reloj que no está deformado, lo gocé enormemente, me enamoró. Como en el amor sexual por supuesto no entendí nada, sólo me cautivó. Breves ideas más o menos ciertas sobre la obra me llegaron mucho tiempo después tras varias lecturas, lo mismo que pasa con el amor, que medio comienzas a entender algunos de sus tintes después de muchísimos años.
Con el tiempo supe sobre la distorsión del tiempo en el campo de los sueños, lo mismo que la aversión de Dalí por las hormigas que puestas sobre el único reloj que no se derrite simbolizan la putrefacción, pues dicho reloj refleja el paso del tiempo en la realidad, distinto a como éste transcurre en la memoria, capaz de traer décadas atrás al presente y hacerlo vívido como si estuviese sucediendo. Aprendí también que la figura color carne al centro del cuadro sobre la que descansa un tercer reloj en derretimiento es un autorretrato del propio autor, pero desde luego esto sólo se sabe por los análisis de los expertos y porque quizá el propio artista así lo haya expresado alguna vez, de otro modo, creo que nadie lo supondría.
Muchos años más tarde, hace unos 15 quizá, tuve la oportunidad de verle en vivo en el MoMa. Fue un sabor dulce amargo, sabía que era pequeño, no imaginaba qué tanto. Me sigue pareciendo excepcional, pero está lejos de ser mi obra favorita de ese genio que inmortalizara a Cadaqués.
Por cierto que la obra fue exhibida en la primera exposición individual que tuviera Dalí dentro de la Galerie Pierre Colle de París en 1931. Mide 24 x 33cm, es óleo sobre tela y desde 1934 se conserva en el MoMA. Veinte años después, en 1954, un Dalí mucho más maduro, al comienzo de su medio siglo de vida pintó la desintegración de la persistencia de la memoria, conocida originalmente como The Chromosome of a Highly coloured Fish's Eye Starting the Harmonious Disintegration of the Persistence of Memory. Prácticamente las mismas dimensiones (25.4cm x 33cm), pero ésta me gusta mucho más.
Mi amorío con Dalí en completa fidelidad duró unos cuatro años, hasta que un buen día cierta empleada académica en la universidad, cuyo nombre no recuerdo, escuchándome hablar sobre Dalí, me dijo, si te gusta el surrealismo, entonces tienes que conocer a Magritte, y me tendió un libro en las manos. Me dijo llévatelo, léelo, y me lo regresas cuando acabes, verás que es mucho mejor que Dalí.
No sé si René Magritte, el belga, contemporáneo al español, sea mejor que Dalí, lo que sí entendí en un segundo es que era maravilloso y que Dalí no reinaría solo. Era un surrealismo muy distinto, no necesariamente onírico, no necesariamente inentendible, no necesariamente grotesco.
Las imágenes creadas por Magritte no sólo descomponían la realidad sino que la reinterpretaban con ingenio, cuestionando las lógicas y los preceptos aceptados. Magritte afirmó: "Para mí la idea de un cuadro es la concepción de una o varias cosas que pueden hacerse visibles mediante mi pintura… La idea no es visible en el cuadro: una idea no puede verse con los ojos".
Como Dalí, Magritte comenzó a pintar con influencia cubista, pero se volcó al surrealismo tras la impresión que le causara una obra de Chirico, otro gran surrealista. Del mismo modo, como Dalí que se separó del surrealismo ortodoxo parisino dirigido por Bretón, cuando afirmó “yo soy el surrealismo”, Magritte también lo hizo al firmar junto con otro puñado de artistas el manifiesto de El surrealismo a plena luz del sol.
Magritte, es muy famoso por la icónica y muy representativa manzana verde, lo mismo que Dalí es ligado a los relojes blandos, pero a mi parecer ninguna de estas obras representa lo mejor de estos dos artistas. Hay decenas de obras de ambos que son mucho mejores. En ambos casos, su obra me parece absolutamente genial, hermosa. No sé si prefiero los colores y el trazo de Dalí, o lo oculto tras los claroscuros de Magritte. Mirar The empire of light II (abajo), en vivo es alucinante, pero mirar Crucifixión cuerpo hipercúbico en vivo puede hacer que no te quieras mover de ahí por un periodo de tres, cuatro, cinco horas, sencillamente te atrapa, te transporta, te pierdes.
Es imposible determinar quién me gusta más, a veces creo que Magritte, pero después observo una de las grandes obras de Dalí, como la anterior o el Cristo de San Juan, y sencillamente no doy crédito de la perfección.
Al final los dos fueron genios. Me parece que Magritte se forzó a base de esfuerzo, imaginación exquisita, lo de Dalí, me parece que era un sobre talento natural que supo retratar y explotar, pues quizá su más grande genialidad haya sido convencer al mundo de la grandeza de Dalí. Insisto, no sé si sea la imaginación extravagante o la imaginación reflexiva, la que más me atrape, pero en ambas hay una belleza que perdurará los siglos y que será imborrable para la historia del arte.
Tras ellos dos llegaron con el tiempo Leonora y Remedios, de quienes ya hemos hablado un poco y para mí, los cuatro grandes surrealistas, los big 4, habrá quien no concuerde, pero para mí son ellos y después los demás. Por supuesto hay muchos más, como el mismo Chirico, Max Ernst, Paul Éluard y hasta el mismo Bretón. Es más, el propio Bosco pintó las escenas más surrealistas del mundo más de 400 años antes de que Guillaume Apollinaire, el escritor francés, acuñara el término (y el Bosco podría ocupar el quinto pedestal), pero insisto para mí Dalí, Magritte, Carrington y Varo, son los 4 grandes, sin orden de preferencia.
Una definición de arte, es que arte es aquello que es tan bello que te genera el deseo de volver a verle, yo con Dalí y Magritte entendí el significado. Su obra es sencillamente bella.
Estos fueron el motor de arranque y después me seguí de largo enamorándome de un sinfín de obras de estilos distintos. Hablar de Dalí, Magritte, su obra, su vida, su legado, podría ser materia de una enciclopedia y no es el caso, aunque tal vez en otra ocasión escriba un poco de estos temas.
De Dalí, hay dos libros que valen mucho la pena, más allá de los escritor por él mismo. Me refiero a Dalí de Robert Descharnes editado por Tachen y La vida desaforada de Salvador Dalí, de Ian Gibson publicada por Anagrama. Una biografía bastante completa, en donde entre tanto, se cuenta su relación con el mítico poeta Federico García Lorca.
Respecto a Magritte, me parece que se ha escrito considerablemente menos, quizá porque por su propia personalidad introvertida y su afición comunista se mantuviera más alejado de los reflectores, pero igualmente Tachen tiene una edición que te acerca a los básicos y te da buena idea de la obra pictórica.
¿A ti, quién te gusta más?
De Salvador Dalí
No tengas miedo a la perfección, nunca la alcanzaras
"Arte es aquello que es tan bello que te genera el deseo de volver a verle"