Cada uno por su lado
Y Dios contra todos.
Werner Herzog
En una tibia mañana del lunes 26 de mayo de 1828, en la ciudad de Nuremberg, Baviera, donde muchos años después sería Alemania, ocurrió un hecho que hoy, a casi 200 años de distancia, sigue causando intrigas y fascinación. Ese día fue visto por primera vez un joven cerca de la plaza central que parecía haber caído del cielo, o ascendido del infierno (nunca entenderé esa ubicación espacial viviendo en un planeta semiesférico que gira). Se mantenía de pie con dificultad, la luz del día lo cegaba, no sabía hablar y aunque tendría alrededor de 16 años, parecía desconocer todo lo que le rodeaba: árboles, aves, nubes, viento, todo.
Después del inicial desconcierto en los habitantes de la ciudad, ésta lo acogió y comenzaron a alimentarlo y educarlo. Dicen que causaba entre pena y risa verlo comer, sólo pan, pues después confesaría que era lo único que había comido en toda su vida y bebía agua de un cuenco de madera que se derramaba encima involuntariamente. Kaspar no sabía quienes eran sus padres o incluso si los tenía, donde había nacido o cuando y lo único que lo ataba al mundo eran dos pequeñas y extrañas cartas escritas a mano que sostenía con fuerza. La Primera decía, palabras más, palabras menos, que enviaban al niño al cuidado del capitán Von Wessenig, ya que al que escribía le era ya imposible cuidarlo y alimentarlo. La segunda carta, dirigida a un anónimo posible cuidador de este niño, decía que éste había nacido el 30 de abril de 1812 y fue bautizado con el nombre de Kaspar, que le pidieron al que escribe cuidar de él hasta que tuviera al menos 17 años. Pide que sea cuidado y educado en la religión cristiana.
Otras versiones afirman sin embargo, que las cartas contenían textos ilegibles y el papel y tinta con que fueron escritas era, por decir lo menos, muy extraño. Lo cierto es que todo esto generaba más y más dudas sobre el origen de Kaspar, tanto así que se llegó a especular que se trataba del principe heredero del gran ducado de Baden que fue suplantado por un niño moribundo para ocultarlo y poder así evitar su ascenso al trono el cual tomó un familiar lejano, el duque Leopold. En esta teoría el príncipe habría estado oculto y mantenido así durante 16 años, en un pequeño granero subterráneo sin contacto humano, pues la comida la dejaban por las noches según relató más tarde Kaspar. También contó que el agua tenía a veces un sabor amargo, él sabía que cuando eso ocurría el brebaje lo dejaba dormido por muchas horas y al despertar su cabello había sido cortado al igual que sus uñas y su cuerpo limpiado un poco.
Más versiones indican que pudo haber sido hijo ilegítimo del mismísimo Napoleón Bonaparte, o de algún noble poderoso de la época, quizá de la familia Orleans y que decidió esconderlo para siempre, hasta que un día Kaspar logró safarse de sus ataduras y caminar con dificultad al centro del pueblo más cercano. Las versiones más aventuradas aseguran que se trataba de un hombre que vino del espacio, un extraterrestre que fue aquí enviado o abandonado para conocer y estudiar a la raza humana.
Experimentos de ADN en 1996 y 2002 sobre sangre y ropa que usaba Kaspar el día de su muerte y que se encuentran expuestos públicamente en el primer piso del museo Markgrafen, en la ciudad de Ansbach, a unos 40 kms de Nuremberg, no indican nada concluyente. Incluso dan resultados distintos la sangre de su ropa interior y la del sudor y el cabello en su sombrero. Todo en este caso es extraño.
Sin embargo hay otra teoría que por algo resuena en mi interior a que podría ser la correcta. El hombre que aíslan de todo contacto con sus semejantes, buscando que hable de forma natural la lengua de Dios y que ha sido una antigua y arraigada creencia de algunos religiosos fundamentalistas extremos. Aquí hay varias teorías sobre el origen del lenguaje humano, si hay una predispocision innata o divina que todos los hombres hablarían de no ser expuestos a la lengua de sus padres o su comunidad. Se han documentado varios experimentos como estos, desde Psamédico en el antiguo Egipto del siglo VII a.C. y cuya historia conocimos a través de la pluma de Herodoto, hasta Federico II en el siglo XIII, pasando por casi todo el oscurantismo de la edad media. Los testimonios con que hoy contamos es que el ser humano sin contacto con el otro, no desarrolla lenguaje alguno de forma espontánea.
Hay una película maravillosa de Darren Aronofsky (Requiem por un sueño, el cisne negro y la ballena) que se llama “Pi, El orden del caos” donde un genio matemático llamado Maximilian Cohen enloquece buscando el número de los 216 dígitos que componen el verdadero nombre de Dios y que fue destruido junto con el templo del Rey Salomón. También recordé la primera de las novelas de Paul Auster que componen la Trilogía de Nueva York, Ciudad de cristal, donde se relata la historia de una reclusión similar buscando el lenguaje primitivo de Dios.
Hauser fue objeto de varios ataques contra su integridad. El primero ocurrió el 17 de octubre de 1829, cuando fue encontrado con una herida en la frente. Kaspar dijo que un hombre encapuchado había intentado matarle, pero no le creyeron y tras no saber recrear la escena del atentado, concluyeron que quizá era una herida autoinfligida. El 3 de abril de 1830 sufrió una herida con una arma de fuego que se disparó accidentalmente y que lesionó el lado derecho de su cabeza. Todo esto llevó a que se reubicara su custodia constantemente. Nunca faltaba quien se postulara para esto ya fuera por morbo, lástima o una genuina curiosidad de averiguar el fondo del misterio. Lo cierto es que el 14 de diciembre de 1833, sufrió una profunda puñalada en el pecho, pero increíblemente no murió de inmediato sino que agonizó durante tres días hasta que finalmente murió el 17 de diciembre de 1833. Las circunstancias de su muerte nunca fueron aclaradas y se especuló siempre sobre si fue asesinado o si se hizo la herida él mismo pero, después de la terrible vida que había tenido, ahora que tenía un hogar y un trabajo ¿hacía sentido matarse? ¿o quizá si era entonces un noble heredero cuya vida ponía en riesgo mayores intereses?
La historia de Kaspar Hauser ha inspirado numerosas teorías y especulaciones, algunas sugiriendo que fue una víctima de una conspiración política y otras que simplemente era un impostor. Su vida ha sido tema de libros, películas y estudios académicos, manteniendo su misterio vivo en la cultura popular. En la lápida de la tumba donde le enterraron, en la localidad de Ansbach, puede leerse: “Aquí yace Kaspar Hauser, un enigma de su tiempo, de nacimiento desconocido y muerte extraña”.
Ni su vida, ni su muerte, pudieron jamás explicarse.
Un caballito de madera fue siempre su único juguete
Del cielo caído fue, inmóvil y solitario se encontró y de ahí nació su historia como un caso raro contrario a la lógica, que por extraño e inusual, como algo inédito se registró en la cultura de ese pueblo bávaro.
¡Fascinante!