El nacimiento de la primavera
Gian Lorenzo Bernini, pintor, arquitecto y escultor es uno de los mayores genios creativos de la historia. Nacido en Nápoles, tuvo una educación artística desde muy temprana edad pues su padre, Pietro, era también escultor y amante de los objetos bellos. Desde muy joven su talento le hizo sobresalir y no tardó en llegar a Roma, la capital, donde tuvo encargos al por mayor, desde mecenas privados hasta los 7 papas que pasaron por sus 82 años de vida querían piezas suyas, aunque quizá su mayor benefactor fuera el Cardenal Scipione Borghese Caffarelli que vivió entre los años 1577 al 1633 y llegó a poseer una vasta colección de obras de arte que hoy por hoy podemos admirar en la Galería Borghese, sobre el monte Pincio, en Roma.
Es este genio quien crea, a principios del siglo XVII en 2.25 metros de puro mármol de Carrara, la que para mi gusto es la escultura más bella del mundo en lo que he visto hasta hoy y eso que la vi justo unos días después del David y el Moisés de Miguel Angel Buonarroti, que también roban el aliento.
Me gusta admirar las esculturas y muchos años pensé que no vería nada que igualara a la Victoria de Samotracia expuesta en el Louvre de Paríss, cuyas alas abiertas inspiraran el logo de Nike y su falta de cabeza la vuelve enigmática e inolvidable a la vez. Se dice que quizá decoró alguna vez la proa de un barco de guerra. Ni qué decir de “La puerta del infierno” de Rodin (con la colaboración de la maravillosa Camile Claudell) que la vi una vez expuesta en el museo D´orsay en París y quedé absolutamente intimidado. También me maravilló una escultura de Alberto Giacometti en el Instituto de arte de Chicago, llamada Walking man II o el reloj del pavo real que está en el Hermitage de San Petersburgo, el museo más grande y hermoso del mundo, sin duda. Ese reloj es creación del joyero británico James Cox, lo hizo en la década de 1770 y fue adquirido por la emperatriz Catalina II de Rusia, llamada la grande, una gran coleccionista de arte. El reloj todavía funciona y cada hora las figuras de un pavo real, un gallo y un búho se ponen en marcha en un espectáculo bellísimo que les aseguro no olvidarán jamás.
Sin embargo, Bernini ha llegado en mi corazón aún más lejos. Con su absoluto dominio de la anatomía y capacidad de evocar el drama y el movimiento ha hecho esculturas perfectas, como Medussa, Alma Maldita, Apolo y Dafne, el David y Eneas, Anquises y Ascanio. Unas joyas monumentales todas ellas sin duda, pero ninguna como El rapto de Perséfone, que puede verse en la Galería Borghese, en la ciudad eterna: Roma. La forma en que los dedos de Plutón se hunden en sus muslos es sencillamente sublime. Junto a la pierna izquierda del dios romano de todo lo que había bajo la tierra, se puede ver al cancerbero, el perro de tres cabezas con una serpiente en lugar de cola, que custodiaba los ingresos al hades.
Esta obra la hizo el artista entre 1621 y 1622 con apenas 23 años de edad, aunque contaba ya con una reputación importante. La historia mitológica es muy interesante, el rapto de Perséfone (o proserpina como sería su equivalente en las deidades romanas) representa la primavera. Les cuento, Proserpina era hija de Ceres y Júpiter y dicen que era la más hermosa mujer del mundo, joven y sumamente encantadora.
Venus, la diosa del amor y la belleza, para dar amor a Plutón le envió al hijo que tuvo con Marte, dios de la guerra, Cupido (también conocido como Eros) para que lanzase a Plutón una de sus flechas que lo harían enamorarse. Cuenta el mito que Proserpina estaba en Sicilia, en el lago Pergusa bañándose y jugando con algunas cuantas ninfas (deidades menores femeninas). Entonces Plutón surgió del volcán Etna con cuatro caballos negros y la vió, quedando profundamente enamorado al instante por lo que decidió raptarla para casarse con ella y vivir juntos en el Hades, el inframundo grecorromano, del que era gobernante. Plutón era también su tío, pues Júpiter y Ceres eran sus hermanos. Así es como Proserpina llega a ser la Reina del Inframundo.
Su madre Ceres, diosa de la Tierra, la naturaleza y la agricultura, al no encontrarla inició una frenética búsqueda infructuosa por todos los rincones del mundo, pero solo encontró un cinturón que flotaba en un pequeño lago formado por las lágrimas de las ninfas. En su desesperación Ceres detuvo enfurecida el crecimiento de las plantas y las semillas, de frutas y hortalizas, se arrancó la ropa y se arañó la cara lanzando una maldición sobre Sicilia. Ceres se rehusó a volver al Olimpo y empezó a vagar por la tierra, convirtiendo en desierto todo lo que pisaba; tal era su dolor.
Preocupado por todo esto, Júpiter, que supo del rapto ocurrido, envió un mensajero para que ordenara a Plutón que liberase a Proserpina. Este obedeció, pero antes de dejarla ir le hizo comer seis semillas de granada (un símbolo de fidelidad en el matrimonio) y hace un pacto con Júpiter de forma que tuviese que vivir seis meses al año con él en el inframundo, pudiendo permanecer el resto del tiempo con su madre. Y esta es entonces la razón de la primavera: cuando Proserpina vuelve con su madre, Ceres decora la tierra con flores de todos los colores para darle la bienvenida, pero cuando en el otoño vuelve al Hades a cumplir el pacto que su padre hizo con Plutón, la naturaleza pierde sus colores, las hojas de los árboles se secan y caen y el frío cubre el corazón de los hombres.
Les dejo aquí unas imágenes del rapto de Proserpina, esperando las disfruten tanto o más que yo.
No conocía el origen de la primavera en la mitología; historia de sentimientos y emociones que retrata el amor y la desesperanza, que causó dolor y tortura y regalo el gozo del reencuentro pintando a la naturaleza de colores