C U B A
¿La Numancia latinoamericana?
He sido un admirador de la cultura cubana desde hace muchos años. Entré por sus escritores, desde Eliseo Diego y Dulce María Loynaz, hasta Fernández Retamar, Reynaldo Arenas y Leonardo Padura. Más allá de toda ideología política (lo cual es muy difícil de hacer en la isla) me parecen escritores fundamentales. Durante algunos años di la materia de Historia del siglo XX donde metía siempre un módulo sobre Cuba, comparándola con aquella legendaria población Ibérica de Numancia que, durante el siglo II a.C. resistió un cerco durante casi 300 días por parte del imperio Romano y sus legiones que nunca pudieron penetrar las murallas de la ciudad, férreamente defendida por sus habitantes que, a fin de cuentas, prefirieron morir de hambre y suicidarse que rendirse. Así Cuba se puso contra el imperio de nuestros días, los Estados Unidos quienes desde hace más de 60 años los mantienen con un bloqueo económico y comercial, inhumano. Hoy por hoy las guerras y las conquistas se hacen con el dinero y el poder político, que vaya que han usado desde la ONU, bancos mundiales y organizaciones de comercio, para mantener sobajado a un pueblo que merece mucho más que lo que tiene.
No quiero ser malinterpretado, no estoy ahora de ninguna manera a favor de lo que fue la dictadura Castrista y lo que es hoy la secuela de Diaz-Canel y soy consciente de los profundos perjuicios económicos que ha tenido su pueblo que vivir durante tanto tiempo; repartir culpas a toro pasado es absurdo y hacer metáforas mentales de lo que habría sido en caso que la URSS hubiera ganado la guerra fría es perder el tiempo pues era no solo improbable, sino casi imposible. Es triste, por usar un eufemismo, que los intentos socialistas en América Latina hayan terminado como terminaron. La social democracia utilizada en países escandinavos por ejemplo, han sido muy exitosos y los oleajes que han refrescado a la política Europea en general creo que han sido al menos buenos. Lo malo en esta parte del mundo donde nos tocó vivir, ha sido la renuencia a ceder la estafeta por parte de los caudillos, a dejar paso a nuevas generaciones, al intento -tan tristemente humano- de retener el poder.
No soy un experto pero tampoco un neófito de la problemática Cubana y he recorrido tres veces el país de punta a punta, durmiendo en pequeñas poblaciones alejadas del núcleo turístico aborrecedor de Varadero y La Habana, en casas de pescadores, de guajiros, de gente sencilla que derrocha una vida llena de música y buena conversación. Como sabemos la educación allá, desde los pioneros (chicos de primaria) hasta los doctorados son de fácil acceso y gratuitos, así como su sistema de salud, de seguridad y de deportes. Pero más allá de eso es muy compleja la vida en la isla, sobre todo después de que en 1990 tras el derrumbe de la otrora URSS entraran en el llamado “período especial”, una especie de economía de guerra. Imaginemos que de un día para otro se esfumó el que era su socio comercial con el 90% de su PIB. Es una barbaridad.
Por supuesto que en algún momento de mi vida me atrajo la revolución cubana, la historia de unos cuantos barbados pernoctando en la Sierra Maestra y planeando los ataques con una pericia estratégica que envidiaría Alejandro Magno y derrocando al controvertido gobierno de Fulgencio Batista quien tuvo que huir en las festividades del año nuevo de 1959, horas antes de que ingresaran en La Habana la caravana de los revolucionarios comandados por Fidel Castro, Gutiérrez Menoyo, El Che Guevara y Camilo Cienfuegos. Los documentos originales, los discursos iniciales, las ideas que esgrimían, eran hermosas pero casi imposibles de perdurar, pues al inicio parecía todo un milagro y auguraba un final que a fin de cuentas no llegó. Esto último lo veo hoy, a muchos años de distancia de cuando leí por primera vez y en mi adolescencia: “La historia me absolverá” de Fidel y quedé con el corazón en la mano.
Fue el azar sin duda el que me dio una anécdota de esas que creo que valen la pena para contarles. Era un 26 de Julio del año 2006, unos días previos a mi cumpleaños y recorría la Isla de Cuba por segunda vez con un buen amigo, desde Pinar del Río hasta Baracoa, punta a punta, pasando por Cienfuegos, Morones, Ciego de Ávila, Holguín, Los Cayos, Santiago, Baracoa, etc. Ese día es el aniversario de la toma del cuartel Moncada y fiesta nacional. Ese día Fidel estaría en Bayamo, ciudad que además tiene el honor de llevar su nombre en el himno nacional, y donde yo pernoctaba. Hicimos los trámites necesarios para estar en el acto, en una plaza pública enorme donde habíamos algunas 120 mil personas.
Allá en cada manzana hay un líder electo popularmente. Él fue el encargado de aceptarnos la solicitud de ir y de hacer de guía en la caminata rumbo al evento. Larguísimas filas de hombres y mujeres se veían por todos lados, todos perfectamente organizados hasta llegar a donde en el suelo estaba marcado el lugar para nuestra manzana. Alrededor de 4 horas estuvimos ahí de pie, escuchando diatribas contra el imperialismo, contra lo banal que resulta la vida de hoy con 20 opciones de Champú en el aparador (aunque no tener ninguna es bastante peor). El tema es que aquél fue el último discurso en vida de Fidel Castro. Yo no tenía manera de saberlo, pero saliendo de allí y camino a Moron, un fuerte dolor, una hemorragia intestinal y posterior peritonitis le impidieron seguir. Días después se sabría del cáncer que terminaría arrancándole la vida.
Estuve presente entonces en el último discurso masivo de quien, para bien y para mal, es uno de los personajes principales de la historia del siglo XX, un hombre que sobrevivió a más de 100 atentados de la CIA y que hoy que se han abierto los archivos clasificados podemos corroborar. ¿Cómo era posible eso? Yo tengo una idea. Cuando en medio del mitin tuve ganas de orinar, salí caminando de la concentración de gente y fuí rumbo a unos árboles del otro lado de una calle. Mientras orinaba me di cuenta que 3 hombres me habían seguido y se mantenían a una distancia prudente pero presente. La gente lo cuidaba, yo era un extranjero y no tenían ninguna razón para confiar en mí. Estoy seguro que todo el tiempo que duró el mitin tenía ojos en mi espalda. Estoy seguro y lo sé que había muchos cubanos en contra del régimen, pero créanme, había muchos más a favor. El tiempo se encargó de barrer la esperanza.
Cuba, La Isla tan amada donde conviven el ron, la salsa, el tabaco y el sexo que han atraído a gente de todo el mundo a vacacionar en las que son sin duda, y lo digo porque conozco, las más bellas playas de todo el mar Caribe. Estoy seguro que hay un círculo en el infierno dantesco especial para aquellos que llevaban lápiz labial o ropa interior en los noventas para intercambiarlas por sexo. En fin, como dijo Salvador Allende, aquel hombre de quien el pueblo de Chile se enamoró un día y que terminó siendo asesinado en el palacio de la moneda a manos de los golpistas al mando de Pinochet: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”.
Eres grande Benito...!