Como en el arte, en la literatura igualmente han sido muchos los escritores que han forjado la historia y las obras imprescindibles con las que nos ayudamos a entender la vida. La historia de la literatura es un estudio amplio que tendría que abarcar desde la escritura cuneiforme hasta nuestros días y sobre esto ya Irene Vallejo recientemente escribió un ensayo que por sí mismo se convirtió en una obra imprescindible. Otra obra que abarca el tema de forma interesante y que es mucho más compacto que el de la española, es la del profesor de Harvard Martin Puchner, El poder de las historias: O cómo han cautivado al ser humano, de la Ilíada a Harry Potter, que si quieres darte una empapada poquito menos profunda, bien vale la pena.
En el campo actual de la literatura hispanoamericana, si bien son varias las plumas sobresalientes y que no caducarán jamás, hay una de la que me apetece hablar hoy. No es mi favorito en el rubro, porque el trono lo lleva Marías, pero sí es fundamental y muy disfrutable y enriquecedor en términos generales.
Hablo de Mario Vargas Llosa, dueño de una capacidad genial para contar relatos y escritor súper favorito de varios amigos y colegas. Yo que reconozco todo su genio y que de verdad he disfrutado muchísimo de algunas de sus obras (estoy lejos de haber leído su obra completa), también confieso que alguna de éstas me ha parecido terrible, pero siendo consciente de su enorme talento, me inclino a pensar que en mi caso, quien no estaba listo para su obra era yo y quizá por eso no supe disfrutarla.
Platiquemos entonces un poquito de este monstruo de las letras quien tiene garantizado un lugar en la historia de la literatura.
Nació en 1936 en el corazón de Arequipa, Perú y desde muy joven sintió y mostró una insaciable curiosidad intelectual y una pasión por las letras que lo llevaron en una edad temprana a enemistarse con su padre y más adelante a convertirse en un pilar del boom latinoamericano, movimiento literario que revolucionó la narrativa del continente en la segunda mitad del siglo XX y del que ya hablamos un poco aquí mismo hace algunas semanas.
Aunque inauguró su carrera con un libro de relatos titulado Los jefes en 1959, su primera novela "La ciudad y los perros" (1963), que es una feroz crítica a la educación militar en Perú, lo hizo acreedor del Premio Biblioteca Breve y además desde muy temprano representó los cimientos de su reputación internacional. A esta obra le siguieron otras igualmente influyentes, como "La casa verde" (1966) y "Conversación en La Catedral" (1969), que profundizaron su exploración de la realidad social y política de América Latina.
Hay que decir que si bien es verdad que Vargas Llosa lleva en activo desde hace más de 65 años y continúa, éste no se limitó al ámbito literario, sino que en algún tiempo incursionó en la política de forma apasionada pero igualmente controvertida. En 1990, se postuló para la presidencia de Perú con el partido de centro-derecha Frente Democrático (FREDEMO) y aunque perdió en la segunda vuelta contra Alberto Fujimori, a quien retrata en varias de sus obras, su campaña reflejó su compromiso con la democracia y las reformas económicas. Esta experiencia política, aunque breve, dejó una marca en su vida y obra que le inspiraron reflexiones sobre el poder y la libertad que más adelante plasmaría en ensayos y discursos.
Vargas Llosa ha escrito en muchos géneros, desde novela, cuento, ensayo y hasta teatro y sus temas son tan variados que van desde la política hasta el erotismo, desde la crítica política y social en "La guerra del fin del mundo" (1981), hasta la exploración de la identidad y el erotismo en "La tía Julia y el escribidor" (1977) y más adelante con las Travesuras de la niña mala o bien con Cinco esquinas (2006 y 2016 respectivamente). Asimismo, "La fiesta del chivo" (2000), una de sus novelas más aclamadas, ofrece una penetrante visión sobre la dictadura de Rafael Trujillo en la República Dominicana, consolidando su posición como un cronista incisivo de la historia latinoamericana.
Ya desde muy joven en sus discursos dejaba de manifiesto su visión sobre la literatura, el papel del escritor y la importancia de la intelectualidad. Al recibir el premio Rómulo Gallegos en 1967, Vargas Llosa promulgó un discurso, en el que entre tanto, se escuchaba: Advertirles que la literatura es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la razón del ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica. (...) Las cosas son así y no hay escapatoria: el escritor ha sido, es y seguirá siendo un descontento. Nadie que esté satisfecho es capaz de escribir, nadie que esté de acuerdo, reconciliado con la realidad, cometería el ambicioso desatino de inventar realidades verbales. La vocación literaria nace del desacuerdo de un hombre con el mundo, de la intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su alrededor. La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite las camisas de fuerza. Todas las tentativas destinadas a doblegar su naturaleza airada, díscola, fracasarán. La literatura puede morir pero no será nunca conformista."
Este mensaje encapsula su visión del papel del escritor como un observador crítico y un agente de cambio. Además de que ha sido reconocido quizá con todos los premios literarios importantes con los que un hombre de letras puede ser reconocido, su dedicación a la escritura y su impacto cultural fueron reconocidos en 2010 cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, un honor que celebró su narrativa comprometida y su habilidad para entrelazar lo personal y lo político.
Más allá de su obra, Vargas Llosa como protagonista indiscutible del boom y de la penetración de las letras hispanas más allá de las fronteras forjó en algún momento una relación íntima con el otro gran protagonista (sin hacer menos a Cortazar o Fuentes), con Gabriel García Márquez, otro gigante de la narración. Aunque ambos compartieron una estrecha y genuina relación de admiración y cariño mediante la que colaboraron y se apoyaron mutuamente, en 1976, un altercado personal llevó a una ruptura que nunca se resolvió del todo, versiones hay muchas pero la verdad se mantiene en el incógnito. No obstante la enemistad que perduró hasta la muerte del colombiano, ambos continuaron influyendo en el panorama literario global, dejando un legado de obras maestras que siguen siendo leídas y estudiadas.
Respecto al resultado de su amistad y profunda admiración, subsiste la tesis doctoral de Vargas Llosa, "García Márquez: historia de un deicidio" (1971), que es un estudio crítico de la obra de García Márquez y un testimonio de la admiración y el respeto que le tenía antes de su disputa. En esta tesis, Vargas Llosa analiza cómo García Márquez construye mundos ficticios que reflejan y cuestionan la realidad, siendo un trabajo que no solo destaca su capacidad analítica, sino también su profunda comprensión de la narrativa. Alfaguara la rescató hace un par de años máximo y ahora es posible adquirirla, ya que fue casi imposible hacerlo durante décadas.
En el contexto de la literatura peruana, Vargas Llosa se ha relacionado con otros escritores importantes de la nación del sur como José María Arguedas y Alfredo Bryce Echenique. Arguedas, conocido por obras como "Los ríos profundos" y "Todas las sangres", exploró las culturas indígenas y mestizas del Perú, brindando una perspectiva única sobre la identidad peruana y aunque sus estilos eran diferentes, Vargas Llosa y Arguedas compartían una profunda preocupación por las realidades sociales y culturales del Perú. Bryce Echenique, por su parte, con su humor y estilo distintivo en obras como "Un mundo para Julius", ha sido tanto contemporáneo como amigo de Vargas Llosa. La interacción entre estos escritores ha enriquecido el panorama literario peruano, fomentando un diálogo que ha explorado diversas facetas de la identidad y la sociedad peruana. En otra generación abismalmente distinta creo que hoy día la herencia de la pluma peruana le pertenece quizá a Santiago Roncagliolo, de quien ya hablaremos en otra oportunidad, pues sin duda figura entre las letras representativas e importantes de aquellos hispanos que rondan entre los 40 y los 50.
Entre las influencias de Vargas Llosa, creo que éste siempre ha resaltado en diversas entrevistas la gran admiración que siente y no que sintió como en el caso de Sartre, por el escritor francés Gustave Flaubert. Esta admiración se reflejó en su libro "La orgía perpetua: Flaubert y 'Madame Bovary'" (1975), donde examina la influencia de Flaubert en su propio trabajo y deja de manifiesto su consideración de Flaubert como un modelo de rigor estilístico y dedicación artística, cualidades que él mismo ha buscado emular en su carrera.
Queda concluir que Mario Vargas Llosa es una figura central en la literatura contemporánea. Con una carrera que abarca más de seis décadas, ha recibido numerosos premios y reconocimientos, incluyendo el Premio Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias, es inspiración de escritores y lectores en todo el mundo, y su legado como un defensor de la libertad y la justicia sigue siendo relevante hoy en día. Es Vargas Llosa sin duda una de las voces más poderosas de su generación.
En política en los 90, M. Vargas Llosa en una mesa redonda señaló que el PRI había creado una dictadura perfecta, a lo que E. Krauze añadió que en realidad era una dictablanda.
De su obra disfrute “Pantaleon y las visitadoras”
Recientemente de él leí
“Escribir no es un deporte o pasatiempo. Es una servidumbre que hace de sus victimas unos esclavos. “