Esta en verdad es una historia apasionante. En 1907, en el tranquilo pueblo costero de Bournemouth, Inglaterra, nació Anthony Blunt, un hombre cuyo destino lo llevaría a convertirse en uno de los historiadores del arte más influyentes de su tiempo y al mismo tiempo, en uno de los espías más infames en la historia británica. Como consecuencia de su cuna, Blunt tuvo oportunidad de acceder a una educación de élite, estudiando en el prestigioso Marlborough College y más tarde en la Universidad de Cambridge, donde pronto destacó por su brillantez académica. Fue en Cambridge donde su vida tomó un giro decisivo, que lo marcaría tanto como erudito como traidor.
Durante ese tiempo Blunt se sumergió en un ambiente de fervor intelectual y político. A principios de la década de 1930, recordemos que Europa estaba sumida en una crisis económica y política, y las ideas comunistas ganaban popularidad entre los jóvenes intelectuales. Blunt, atraído por las promesas de igualdad y justicia social que ofrecía el comunismo, se involucró con varios grupos de izquierda y comenzó a socializar con figuras clave del movimiento. Fue aquí donde conoció a Guy Burgess, Donald Maclean, Kim Philby y John Cairncross, quienes como él, formarían parte del infame "Círculo de Cambridge", un grupo de espías británicos que trabajaban para la Unión Soviética.
Blunt, al igual que sus compañeros fue reclutado por la inteligencia soviética en esta época. Aunque su reclutamiento fue inicialmente ideológico, el compromiso de Blunt con la causa soviética se mantuvo firme a lo largo de los años, incluso cuando su carrera académica y profesional despegó en Inglaterra. Su conocimiento en historia del arte que a la fecha sigue siendo admirado por todos y su dominio de idiomas (talento que por ejemplo es el motivo de Tomás Nevinson en la novela de Javier Marías) lo convirtieron en un valioso activo para el espionaje, permitiéndole viajar por Europa sin levantar sospechas. Durante estos viajes, Blunt recopiló información crucial para los soviéticos y así se convirtió en una pieza clave en la red de espionaje que comprometió la seguridad británica durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de su doble vida, Blunt logró construir una carrera impresionante en el mundo del arte. En 1937, fue nombrado director de la Courtauld Institute of Art, una de las instituciones más prestigiosas del mundo en la enseñanza de la historia del arte. Desde esta posición, Blunt no solo influyó en generaciones de estudiantes, sino que también contribuyó significativamente al estudio del arte europeo, especialmente en lo que respecta a la obra de Nicolas Poussin, el pintor barroco francés. Su libro, "Art and Architecture in France, 1500-1700", se convirtió en un texto fundamental en el campo, demostrando la profundidad de su erudición y su aguda capacidad de análisis.
Regresando al espionaje, durante la Segunda Guerra Mundial, Blunt fue reclutado por el MI5, el servicio de inteligencia interior del Reino Unido, donde trabajó en la sección de contraespionaje. Su posición le permitió acceder a documentos de extrema sensibilidad, muchos de los cuales transmitió a sus contactos soviéticos. Blunt también utilizó su influencia para facilitar la entrada de otros miembros del "Círculo de Cambridge" en posiciones clave dentro del gobierno británico, ampliando así la red de espionaje soviético en el país. Aunque también deja de manifiesto su falta de escrúpulos, la habilidad de Blunt para mantener su fachada como un respetado académico mientras traicionaba a su país es un testimonio de su inteligencia y astucia.
El trabajo de Blunt en la inteligencia soviética se mantuvo en secreto durante décadas. En 1945, cuando Guy Burgess y Donald Maclean desertaron a la Unión Soviética, las sospechas sobre la existencia de una red de espías en el gobierno británico comenzaron a surgir. Sin embargo, nuestro amigo logró evitar la detección directa durante casi veinte años más, pero bueno, dicen que las mentiras tienen patitas cortas, así que en 1964, finalmente fue desenmascarado por otro miembro del Círculo de Cambridge, no obstante, su confesión fue mantenida en secreto por el gobierno británico (la vergüenza era terrible). A cambio de inmunidad, Blunt proporcionó información detallada sobre las actividades del grupo, lo que permitió al MI5 cerrar otras lagunas de seguridad.
Durante este tiempo Blunt continuó con su trabajo en el arte. En 1956, fue nombrado Caballero del Imperio Británico, un honor que reconocía sus contribuciones al estudio de la historia del arte y su servicio como asesor artístico de la reina Isabel II. Sin embargo, el título se otorgó sin conocimiento público de sus actividades de espionaje, lo que más tarde llevaría a una de las mayores humillaciones públicas en la historia británica cuando su traición se hizo pública.
El escándalo estalló en 1979, cuando la primer ministro Margaret Thatcher reveló en el Parlamento que Anthony Blunt había sido un espía soviético durante décadas. La noticia causó una gran conmoción en el Reino Unido y en el mundo académico y desde luego fue motivo de burla para la nación británica. Blunt fue inmediatamente despojado de su título de caballero y se vio obligado a retirarse de la vida pública. La revelación también provocó un intenso debate sobre la influencia del comunismo en los círculos intelectuales británicos y la capacidad del MI5 para proteger los secretos nacionales.
Después de la revelación, Blunt vivió en un autoimpuesto exilio social, lejos del brillo de las galerías de arte y las aulas universitarias. Sus últimos años fueron marcados por la vergüenza y el aislamiento, aunque continuó escribiendo sobre arte. Murió en 1983, dejando tras de sí un legado que aún provoca debates sobre la moralidad, la lealtad y la naturaleza del arte en la sociedad.
A pesar de su traición, hay que decir que Blunt dejó una marca indeleble en el estudio del arte. Su trabajo sobre Nicolas Poussin y la arquitectura francesa sigue siendo referencia en el campo, y sus métodos de análisis crítico han influido en generaciones de historiadores del arte. Este legado académico, sin embargo, siempre estará empañado por sus actividades como espía, y la historia de su vida sirve como una advertencia sobre los peligros del extremismo ideológico y la tentación del poder.
Al final, me parece que la historia de este astuto hombre refleja la dualidad del ser humano, un hombre que fue capaz de alcanzar las más altas cumbres de la erudición mientras descendía a las más profundas traiciones. Su historia es un recordatorio de que el conocimiento y el poder, si no se manejan con integridad, pueden llevar a consecuencias devastadoras tanto para el individuo como para la sociedad.
Ya sea por sus contribuciones o por su traición, hoy Anthony Blunt sigue siendo un personaje estudiado tanto por su contribución al arte como por su papel en uno de los capítulos más oscuros de la historia del espionaje británico.
Obviamente, esta historia no ha sido ajena a la literatura y John le Carré, en su novela "El topo" (Tinker Tailor Soldier Spy), hace una referencia velada a los miembros del Círculo de Cambridge a través de su personaje, Bill Haydon, que comparte muchas similitudes con Blunt y sus colegas espías. Haydon, al igual que Blunt, es un hombre culto, de alta posición social, cuya traición a su país es vista como una de las más grandes decepciones. La novela de le Carré, aunque ficticia, captura la esencia de la paranoia y la desilusión que se vivió en el Reino Unido cuando se descubrieron las traiciones de los espías de Cambridge.
Ojalá que lo hayas disfrutado. Excelente fin de semana!
A. Blunt brillante como historiador del arte y cómo espía de la URSS, a quien se le acusó de pedofilia en un orfanato de Irlanda del Norte, se supo que chantajeo al duque de Winsor por sus simpatías con los nazis, que plagio libros de sus colegas y que autentificó cuadros falsos por dinero; y nunca puso la cárcel.
¡E x t r a o r d i n a r i o !