Miguel Ángel Buonarroti describió este lugar como una obra maestra de la arquitectura: “algo de ángeles y no de hombres” dijo expresamente el genio florentino. Nos referimos al que, para mi gusto, es la edificación construida por el hombre más hermosa de todos los tiempos. Y no me refiero a la aplastante belleza arquitectónica contemporánea de la que han hecho uso renombrados ganadores del Pritzker como Tadao Ando, Frank Gehry, Oscar Niemeyer, Zaha Hadid o el mismo Luis Barragán, ese genio tapatío que supo eternizar la melancolía mexicana. Me refiero a un edificio que data de la era precristiana y que, con sus remodelaciones, ha llegado a nuestros días y se encuentra hoy más hermoso e imponente que nunca bajo el cielo azul romano.
Este lugar surgió primero como un templo pagano en honor a Marte, el dios de la guerra y a todos los demás dioses romanos en segundo lugar y tiempo. Su construcción fue encargada por Marco Vipsanio Agripa, de ahí su nombre que nos llega hasta hoy, quien era un importante general muy cercano al emperador Augusto, de quien además era su yerno. Estamos hablando del año 27 a.C. aproximadamente ya que los datos que existen no son lo precisos que quisiéramos. Por lo que sabemos el panteón original fue parcialmente destruido por un incendio en el año 80 d.C. (16 años después del gran incendio provocado durante el gobierno de Nerón, para no confundirnos) y el que hoy conocemos fue erigido sobre el mismo lugar que el anterior y encargado por el emperador Adriano, sí, el de las Memorias de Adriano, la genial novela de Marguerite Yourcenar y quedó terminado sobre el año 125 de nuestra era y se mantiene impoluto hasta nuestros días. Y vaya que sobre Roma, la ciudad eterna, han pasado guerras, locales y mundiales, revoluciones, imperios que nacen y mueren y todo lo que puedan imaginar, pero el Panteón, como fiel testigo y motor inmóvil de la historia que naciera de las tetas de una loba y dos hermanos gemelos, sigue ahí.
Quizá lo más famoso del Panteón sea su cúpula de 4,535 toneladas de peso, que es la más grande de Hormigón no reforzado del mundo, con un diámetro de 43.44 metros, exactamente igual a su altura lo que crea una esfera perfecta en su interior y una sensación de indescriptible belleza al estar dentro. El óculo de 9 metros de diámetro permite la entrada de luz natural que cae como una invisible cascada y obvia la necesidad de las incómodas ventanas, además de actuar como sistema de ventilación y cuando llueve, gracias a la concavidad de su suelo y los pequeños y estilizados orificios en el mármol, el agua se drena eficazmente.
Es una maravilla no solo en cuanto a su belleza y sensaciones que provee, sino a su avanzada arquitectura que hizo que incluso el mismísimo Filippo Brunelleschi viajara desde Florencia para aprender de él y así levantar el mundialmente famoso y alabado Duomo de la catedral de Florencia: Santa María del Fiore.
En los inicios el siglo VII el panteón fue donado a la Iglesia católica por intercesión del Papa Bonifacio IV, convertido así en una Iglesia moderna bajo el nombre de Santa María de los mártires, 300 años después de que el Imperio había abrazado la fe de Cristo como su religión oficial. Recordemos que desde inicios de la era actual el cristianismo fue ganando popularidad rápidamente, así que Constantino mediante el Edicto de Milán en el año 313 permitió a los cristianos incipientes practicar abiertamente su fe y así la religión que sigue al Nazareno fue oficialmente la religión del Imperio que caería más tarde, en el año 456 y que marca justamente el inicio de la edad media; pero lo que no cayó nunca y sigue hasta nuestros días es la religión que permitió unificar buena parte del orbe.
Hace un par de meses estuve ahí, el 16 de junio pasado para ser exactos. Me levanté ese domingo por la mañana, temprano, antes de que mi tren de alta velocidad saliera rumbo a Bolognia y llegué al Panteón. Había alquilado un hermoso departamento en un tercer piso cercano al lugar y luego de algunos 8 o 10 minutos caminando tenía frente a mí a uno de mis sueños más viejos y anhelados. Sin embargo, como pasa con todo aquello que mucho se desea, las cosas no resultarían fáciles pues al intentar ingresar me dijeron que los boletos para el acceso estaban agotados pues adentro se celebraría una misa para un grupo que lo había reservado en privado. “Because i´m Mexican”, resonó en mi cabeza la frase maravillosa de Guillermo del Toro y me dije a mi mismo que entraría así fuese que tuviera que retirarme unos metros para tomar vuelo y correr hasta adentro donde seguramente antes de que los Carabinieri me sacaran del lugar y probablemente me detuvieran y perdiera mi viaje, podría estar bajo el óculo divino que ha maravillado al mundo.
Vengo desde México y sueño con este lugar desde que supe de él, he visto todos los documentales y leído todas sus historias, le dije al guardia de entrada quien, luego de observar mi vehemencia, me dijo: la única manera es que esos hombres que ves en la esquina con playera negra, tengan reservas que te vendan. Fui rápido con ellos. Sólo vendemos a grupos, me dijo el joven de no más de 20 años que tenía un gafete que lo acreditaba como una especie de “amigo del panteón”. ¿Cuánto es el grupo más pequeño que atiendes?, 10 me dijo, entonces dame 10 boletos por favor, aunque sólo entraré yo, no me importa. El tipo se me quedó viendo. Por favor, repetí. Entonces de la bolsa de su pantalón sacó un boleto sencillo y me dijo, son 10 euros solamente, disfrútalo.
Recorrí su interior con la delicadeza con que un amante recorre el cuerpo de su amada que recién vuelve de un viaje largo. Observé sus lápidas, sus columnas, sus pisos, su óculo central que me llevó de regreso al Imperio más dominante de la historia de la humanidad. Con los ojos encharcados me despedí de él, agradeciéndole que siga en pie, que contagie de belleza y tiempo a un mundo empeñado por hacer cosas inmediatas, por construir con muros internos prefabricados o de tabla roca, un mundo que seguramente no piensa en hacer algo que dure 2,500 años.
Cuando realmente quieres algo, el universo conspira para lograrlo. Bien por ello Beno.
Magnus Magister... !