“Corpus ánimun tecit et détecit”
El cuerpo a veces oculta el alma, otras la revela
Recibí el año 2019 en Buenos Aires, una ciudad que siempre había deseado conocer pues es la cuna de mis grandes y admirados escritores como Pizarnik, Sabato, Borges, Cortázar y Mairal, entre muchos otros. Conocí su hermosísimo teatro Colón, su simbólico obelisco, sus hermosos jardines de Palermo, su río de la plata (Argentum en latín y que da nombre al país), bares notables y asadores donde se come como en el cielo -supongo-. Pero nada me llamó tanto la atención, ni las abundantes y hermosas librerías, ni las bellísimas mujeres sobrevolando las aceras, ni sus milongas donde se homenajea al tango que no es otra cosa que un pensamiento triste que se baila, nada me dejó tan perplejo como un enorme y hermoso edificio que fue el primer rascacielos de América Latina y durante muchos años su edificio más alto; se eleva sobre la avenida de mayo número 1380 y es conocido hoy por hoy como el palacio Barolo.
Luigi Barolo fue un empresario textil italiano que llegó a Argentina en 1890 e hizo una inmensa fortuna. En el centenario de la revolución de Mayo de 1810, que dio la independencia al país del sur como a tantos otros aprovechando las guerras napoleónicas, conoce al arquitecto también italiano Mario Palanti con quien tenía muchas coincidencias, pero la más importante y que es motivo del presente texto, fue que ambos eran admiradores fervientes del poeta toscano Dante Alighieri y de su Comedia, ya que así es el título original de la obra pues en aquel entonces se clasificaban los libros por su final, entre tragedia o comedia. El título de Divina Comedia que llega hasta nuestros días se lo puso el poeta Bocaccio algunos años después de que había fallecido Dante en la ciudad de Rávena, Italia, cuando se dió cuenta de la tremenda obra que tenía en sus manos.
Es así entonces que en 1819 deciden comenzar la construcción del palacio Barolo como un homenaje completo a la Comedia de Dante y lo que lograron es sencillamente inmejorable. El edificio ecléctico resultante, donde el art noveau y sobre todo la arquitectura ocultista y esotérica alcanzan su cénit mundial, merece la pena el viaje solamente para verlo. Desde sus inicios llamó mucho la atención y hubo quien nombró a su estilo como “remordimiento italiano”, gótico romántico, romántico de arena o cuasigótico veneciano. Lo cierto es que fue la simbiosis perfecta entre la arquitectura y la literatura, dos de las más bellas artes.
El edificio tiene 24 plantas, 2 subterráneas y 22 a la vista que alcanzan los 100 metros de altura, justo como los 100 cantos de la divina comedia y que fueron posibles gracias a una concesión expresa del gobierno de la ciudad ya que rebasaba por mucho la altura máxima permitida para un edificio. Los 2 pisos iniciales representan el infierno y en su decoración abundan dragones y serpientes de bronce en las paredes, lámparas y techos, así como inscripciones en latín tomadas de La Biblia y la divina comedia que dan un toque profundamente gótico al lugar. Hay grandes rosetones vitrales en el piso para que la luz roja que emana del sótano, dé la sensación de ser el fuego del infierno, así como los 9 arcos que hay en la estancia y que representan los 9 círculos del infierno dantesco que son el limbo, la lujuria, gula, avaricia, ira y pereza, herejía, violencia, fraude y traición que es lo peor de todo para Dante. Nada tan vil, tan bajo, como un traidor. Para mis amigos les comparto que el nivel más bajo de sufrimiento, luego del limbo a donde se irían los no bautizados, lo tiene la lujuria, así que tranquilos.
Del piso 1 al 14 es el purgatorio y ahí se van librando las batallas contra los 7 pecados capitales de dos en dos. Les comparto una nemotecnia para que nunca olviden cuales son éstos pecados, para ello sólo deben recordar el apellido vasco de Legaspi y hacer un acróstico: lujuria, envidia, gula, avaricia, soberbia, pereza e ira. Aquí la iluminación se va ampliando conforme se asciende. Las ventanas van dejando entrar poco a poco más luz hasta llegar al paraíso, donde Beatrice espera a Dante y éste deja a Virgilio, su guía en los inframundos. Al llegar al piso 20 se debe subir solamente a pie, ya no hay elevador, es la analogía del camino que, para llegar a la cúpula, al empíreo, a la divinidad, requiere el esfuerzo personal. Son dos pisos hasta llegar al faro que simboliza a Dios, cuyas 300,000 bujías en 9 zonas representan los coros angelicales y la rosa mística, así como la constelación de la cruz del sur que se puede ver los primeros días de junio en punto de las 19:45 horas. “Es casi un sol” decían en la época y su resplandor llegaba hasta Uruguay.
Todo el edificio tiene una referencia a la proporción aurea y fue pensado también para poder servir de mausoleo al poeta toscano, ya que en 1921 cuando se pensaba estaría listo el edificio se cumplían 7 siglos de su fallecimiento, aunque realmente la inauguración se alargó hasta el 7 de julio de 1923. Luigi Barolo no pudo ver terminado todo esto ni realizar las gestiones para cumplir su sueño de traer a Dante a su edificio, pues falleció -en situaciones aún no del todo aclaradas- un 3 de febrero de 1922 a la muy juvenil edad de 52 años, dejando tras de sí una obra cuya belleza deja sin aliento a cualquiera que pase por ahí.
Confieso que luego de visitar la ruta dantesca en la toscana este año y comprender un poco mejor lo que significa la obra de Dante para el italianismo, veo muy difícil que hubiera logrado el sueño de llevar sus cenizas a América, si ni siquiera Florencia ha podido atraerlas desde Ravena y eso que le tiene un majestuoso cenotafio de mármol en la Basílica de Santa Croce, al lado del mismísimo Miguel Ángel Buonarroti, Galileo Galilei, Nicolas Maquiavelo y muchos más ciudadanos ilustres. Pero bueno, si al ver el proyecto todo mundo lo veía imposible y lo hizo, quien sabe que hubiera hecho con su dinero y voluntad para lograrlo pues él veía como inminentes -y así fue- guerras terribles que caerían sobre Europa y que pondrían en riesgo su futuro.
El edificio tiene también una simbología masónica evidente, lo podemos ver desde el suelo a cuadros blanco y negro como una representación de la dualidad del ser humano, un ser maniqueo en cuya alma habitan tanto el Dr. Jekyll como Mr. Hyde, el bien y el mal. También en la A de los Ascensores podemos ver un compás, símbolo de la logia masónica pues hay que recordar que éstos nacen como constructores, luego albañiles y más tarde arquitectos.
En resumen, esta genialidad hecha a partes iguales por Barolo y Palanti fusiona al máximo posible la arquitectura con la literatura y nos hace una analogía maravillosa pues, para entrar al edificio forzosamente debe hacerse por el infierno, ascender por el purgatorio dejando atrás los 7 pecados y caminar por él al menos unos 20 metros hasta los elevadores que llevan al paraíso donde, si se quiere llegar a Dios, se debe hacer solo y a pie, como dijo San Ignacio de Loyola.
El palacio fue declarado monumento histórico nacional en 1997 y es hoy por hoy una atracción turística de la ciudad, donde se pueden agendar visitas guiadas diurnas, nocturnas y hasta temáticas, por si quiere cumplir alguna fantasía medieval, sólo recuerde que al salir las serpientes de bronce le mirarán a los ojos.
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Tal y como lo citas Barolo y Piamonté plasmaron su fascinación por Dante en el Palacio de Barolo, de él vale comentar que sus torres se inspiraron en un santuario indio dedicado a Shiva, llamado el templo del amor, seguramente en alusión a su encuentro con Beatriz quien fue para Dante el centro y de su corazón y de su obra.