“No hay que temer a las grandes preguntas basadas en el asombro”
Roger-Pol Droit
Inicié a dar clases hace 20 años por invitación de mi querido amigo Memo Prieto SJ, con quien había cursado la maestría en filosofía en el glorioso Instituto Libre de Filosofía y Ciencias, cuyas funciones han sido ahora absorbidas por el ITESO. La clase que me ofrecieron inicialmente fue la de Historia del siglo XX, donde hacía un recorrido desde fines de la “Belle Èpoque” hasta la caída del muro de Berlín, pasando obviamente por sus grandes guerras y revoluciones. Fue un curso lo bastante exitoso como para que un año después me ofrecieran también la cátedra de Filosofía, cosa que acepté gustoso, pero he de confesar que no sabía cómo ni por donde abordarla.
Obviamente lo primero que hice fue recorrer someramente a los presocráticos, donde esto inició y ver algo de Platón de quien se dice que toda la filosofía, incluso hasta nuestros días, son solo notas al pie de página del gran maestro y fundador de La Academia. Pero quería hacer también que los alumnos palparan la filosofía, que no se quedaran en el mundo de “las ideas” y justo me encontraba en esta encrucijada mental cuando cayó en mis manos un libro fantástico de Roger-Pol Droit que se ajustaba como anillo al dedo a mis deseos.
Roger es un académico y filósofo francés que vive aún en la actualidad y con sus 75 años continúa dándonos lecciones que deberíamos considerar, a través de sus más de 30 libros publicados y sus ensayos recurrentes en prestigiosos diarios como Le Monde. Pero del libro del que hablaremos hoy es de sus “101 experiencias de filosofía cotidiana” que, ahora que lo tengo en mis manos, puedo ver con esa maravillosa marca del tiempo que hace que los bordes de sus páginas sean más oscuras que su centro. Los amantes de los libros sabrán perfectamente de ese desgaste temporal del que hablo.
El libro trata sobre algunos ejercicios fácilmente realizables, cuyo desarrollo o finalidad pueden ser motivo de debate o al menos de análisis filosófico. Es en principio de cuentas y por sobre todas las cosas un divertimento intelectual, un pretexto para repensar la cotidianidad. Les comparto algunos de estos ejercicios y su explicación con base en el texto del mismo Roger, esperando les gusten y se animen, porqué no, a hacer algunos.
1.- Llamarse a sí mismo. Duración 20 minutos. Se recomienda un lugar silencioso o una habitación con pocos muebles. Inicie prestando atención al silencio durante algunos momentos y luego irrumpa con el pronunciamiento de su nombre. Dígalo con claridad, repita, como si quisiera llamar la atención de alguien que no es usted, que está quizá del otro lado de un río o a bordo de un barco en proceso de partir. Diga su nombre, fuerte, quedo, a intervalos, alargando las sílabas, acortándolas, de todas las formas posibles diga su nombre. Al principio, los primeros 3 ó 4 minutos usted tendrá la impresión de estar hablando al vacío, algo absurdo y hasta ridículo. Pero por favor confíe en el ejercicio y continúe. Llámese a si mismo, siga llamándose, poco a poco la voz que escucha y que es la misma que habla empezará a tomar vida propia. Sentirá que le están llamando, tendrá la certeza de que lo hacen. Prolongue esto durante algunos minutos. ¿Cómo salir de esto y volver a unir los extremos? Fácil, simplemente diga en voz alta y fuerte: “Si, si. Ya voy”.
2.- Ver las estrellas boca abajo. Este ejercicio me encanta y lo hago siempre que tengo oportunidad. Se sugiere una duración de 30 a 60 minutos. Busquemos una noche de cielo limpio para tendernos sobre el pasto. Si es fuera de la ciudad mejor para evitar la contaminación lumínica. Comencemos por situar nuestra posición en el universo, una mota de polvo en la vasta inmensidad del cosmos y sintamos nuestra espalda clavada al suelo por la gravedad de la tierra. Imaginemos que le damos vuelta a la noche y las estrellas están bajo nosotros y no arriba como la tradición nos lo ha dicho, a fin de cuentas no puede haber arriba o abajo en el infinito. Veamos las estrellas bajo nosotros y pensemos en el riesgo de caer en la inmensidad de la noche (siempre he creído que el fin del mundo será simplemente la pérdida de la fuerza de gravedad y todos caeremos hasta la inanición). Disfrute del mundo boca abajo tanto como pueda y cuando haya tenido suficiente incorpórese lenta, muy lentamente. Ah, y tengo por favor cuidado con el escalón.
3.- Contar hasta mil. Duración 12 minutos, según Beatrice. Este es un ejercicio que parecería sencillo pero cada vez lo será menos, cada vez los períodos de atención son más breves y lo vivo a diario con mis alumnos. Estamos acostumbrando a nuestro cerebro a una descarga visual constante y estimulante, el “Hommo Videns” de Giovanni Sartori se encarna cada vez más en el ser humano del siglo XXI. Tengo aún grabada la voz de mi hija Arantxa en mi celular intentando esto, pues estoy convencido que nos sirve hacerlo de vez en cuando. Elimine los pensamientos que nazcan mientras dura el ejercicio, véalos pasar y no se suba a ninguno, como en las recomendaciones para la práctica de la meditación. Si llega a los mil, felicítese, le aseguro que no todos podrán.
4.- Ducharse con los ojos cerrados. Duración 10 minutos. Esta experiencia de autoreconocimiento es siempre recomentable, sobre todo para los ansiosos que no pueden concentrarse en hacer una cosa solamente, los que mientras se lavan los dientes tienen que leer las noticias en el celular o mandar un whatsapp. Incluso pasar un día entero con los ojos cerrados es una experiencia que yo he hecho varias veces y es muy recomendable; sólo como sugerencia tomen un dramamine si tendrán recorridos en auto, pero hacerlo al lado de una persona en quien confíes, te ayudará a valorar tu vista como nunca lo habías hecho antes.
4.- Beber y orinar a la vez. Duración 2 minutos. Este fue siempre mi favorito. Sólo se necesita un vaso con agua, un escusado y toda su imaginación. Todos bebemos y orinamos varias veces durante el día, sin embargo pocas personas lo han hecho conjuntamente de manera consciente. Se deberá entonces beber al tiempo que inicia a orinar y pensar que el agua que entra por la boca sale por su sexo, como si nuestro cuerpo estuviera enteramente vacío. Un solo conducto atraviesa el pecho y estómago. Experimentará sensaciones insólitas, extrañas. El agua se termina, la orina también. Siga entonces con su vida, como si hubieran vuelto el corazón y las vísceras a su cuerpo.
Hay muchas otras, son 101 en total y de todos los tipos que imaginen: telefonear al azar, salir de un cine a plena luz del día, buscar un alimento azul, entrar con el pensamiento en un cuadro, etc. Lo importante señoras y señores es, como siempre, lo que pasa dentro de nuestra insondable e infinita imaginación y no en el limitado mundo exterior y nuestras 5 ventanitas para mirarlo.
Conseguiré ese libro esta semana, esta es mi materia y amé el artículo.
La lectura de hoy me encanto.
Muchas gracias