Yo no pinto lo que veo, pinto lo que siento
Pablo Picasso
Yo estuve una vez en Guernika, Vizcaya, en lo alto de las provincias españolas del País Vasco. Fui expresamente a este lugar con mi padre y con mi hijo por 5 razones: conocer el pacífico pueblo que había sido objeto de aquel brutal bombardeo nazi, ver la réplica en cerámica del cuadro de Picasso que se inmortalizó en la exposición mundial de París, visitar la casa de juntas donde se encuentra el famoso árbol de Guernika y conocer los museos de la paz y de la casa de Begoña, este último que trata de replicar lo sucedido aquel día de abril de 1937.
Guernika es una especie de capital espiritual para los vascos, pues en su casa de Juntas fue siempre donde los fueros se juraban, lo que hacía que el pueblo de Euskal Herría se mantuviese unido y con una independencia cultural y de resolución de conflictos de España. Nunca sabremos con certeza los motivos más profundos que llevaron al dictador Francisco Franco a autorizar, o al menos tolerar, aquel bombardeo que muchos historiadores aseguran sirvieron de prueba para que la legión Cóndor de los Nazis utilizaran sus bombas incendiarias. La cifra de muertos más creíble habla de entre 1,000 y 1,500 civiles muertos aquel día, hombres y mujeres de paz en un poblado de campesinos y jugadores de pelota que de pronto vieron su cielo ennegrecerse y a su gente morir. Aquel día quedará marcado para siempre en la memoria vergonzosa de la humanidad como una de las agresiones extranjeras a una ciudad, sin estar en guerra abierta, más cruentas de la historia.
España estaba sin embargo sumida en su segundo año calendario de guerra civil que enfrentó prácticamente al país dividido en dos, los republicanos y los nacionalistas. Luego de casi 3 años de lucha (les recomiendo leer “Por quién doblan las campanas” de Hemingway) la victoria quedó en poder de Franco quien rápidamente se vio presionado a tomar postura en el incipiente conflicto internacional europeo que llevaría a la postre a la segunda guerra mundial. Es muy famosa la foto del generalísimo con Hitler en la estación de trenes de Hendaya (País Vasco también) el 23 de octubre de 1940 donde dicen que se conversó sobre el ingreso de España en la guerra del lado de las fuerzas del Eje y el futuro de Europa. Franco ganó hábilmente tiempo argumentando que venían saliendo de una guerra civil y su ejército estaba muy debilitado, pero ya había ganado las simpatías del Füerer con la puesta en bandeja de plata de este pueblo del norte que, además de ser odiado por él como todo lo vasco, les serviría de escarmiento a las demás regiones independentistas y republicanas de España.
El resultado no pudo haber sido peor para los guerniquenses, las imágenes que aún se conservan son brutales, el horror del pueblo explotó como un bidón de gasolina ante la cabeza de un cerillo encendida, niñas y niños, madres, gente de paz descuartizada en aquellas calles desempedradas de Dios.
Muchos años han pasado desde entonces, pero la memoria de un pueblo pacífico en su escencia erigió el “Museo para la paz” como forma de tributo a sus caídos y silencioso grito de paz a todo el mundo. Es un museo que se halla en lo que fuera la oficina de correos y telégrafos y que desde fines del siglo pasado tiene como objetivo informar y difundir los conceptos de paz y los legados tras del bombardeo.
Pero a mí lo que más me impresionó es un lugar llamado “La casa de Begoña”. Todo comienza aquella tarde del lunes 26 de abril, se nos acomoda a los visitantes en una hilera de sillas contra una pared y de pronto estamos en aquella fecha del bombardeo escuchando la radio dar las noticias y pronósticos del tiempo. Vemos a Begoña calentar un café, preparar la comida con un rico marmitako y saludar a la gente que pasa frente a su ventana, todo es una representación perfecta de aquel día. Se oyen las campanadas anunciando las 4 de la tarde. De pronto se escuchan silvidos en el aire, una parvada de aviones se acerca. Begoña se asoma ingenuamente a la ventana un tanto contrariada cuando ve caer de las aves de acero aquellas bombas que cimbran el piso y lo quiebran por completo, como a la mesa de la cocina, como al techo de tejas con sus pimientos rojos secándose al sol, como a Begoña que no se levantará jamás. Se escuchan las alertas, las campanas repiqueteando sus badajos en la catedral, la radio alertando a la población. Todo es un caos. De pronto una puerta se abre y caminamos brincando a Begoña hasta una muestra de objetos reales de aquel día, carteras, gorras, pelotas, cigarreras chamuscadas. Los restos de aquel día donde la primavera retrocedió en segundos al mas cruento invierno.
Cuentan que cuando Pablo Picasso, de quien se ha dicho que él es sólo y en resumen la historia del arte en el Siglo XX, se enteró del evento desde París a través del diario L`Humanité, no pudo pensar en otra cosa. Días después cambia su idea de mural para participar en la exposición Internacional de París que se inauguraría en Mayo de ese año y decide crear “El Guernika”, su mayor obra de arte para muchos, como una protesta por lo acontecido. El cuadro de proporciones mayúsculas (3.49 x 7.77 mts) y que pueden admirar en el museo Reina Sofia lo tuvo listo en un tiempo récord de 8 semanas. Fue un éxito inmediato, un triste éxito inmediato.
La interpretación del cuadro ha dado lugar a ríos de tinta, literalmente. El concenso opina que se trata del reflejo del horror y la barbarie de la guerra y su composición bicromática resalta el dramatismo y el sufrimiento de los personajes. Todos, desde el toro, la paloma y el caballo hasta el soldado caído y las mujeres con sus piernas rotas y un hijo muerto entre los brazos, acusan recibo de la barbarie de la guerra. Un cuadro adelantado a su tiempo, con el sello cubista de Picasso, más el toque surreal y expresionista que parecen hacerlos convivir a la fuerza. Un cuadro que te hace contraer el estómago al verlo.
Ahora mientras escribo este texto y recuerdo aquellas historias de Guernika, escucho por la radio de las incursiones Israelitas en Jordania, del bombardeo sobre la ciudad Siria de Damasco y Beirut, en el Líbano. Escucho de las muertes de los líderes de Hamás y Hezbolláh, así como la advertencia temeraria de Irán. Pienso que si Irán entra en guerra directa con Israel le podrían seguir Rusia y China en apoyo. A Israel por supuesto EUA y Europa a través de la OTAN y con esto tenemos el caldo de cultivo perfecto para otra guerra global. Recuerdo que Israel tiene potencial nuclear, que Rusia es el mayor guardían de ojivas activas en el mundo. No quiero pensar que quizá soy ahora como Begoña, escuchando a lo lejos los aviones aquella tarde fresca de abril.
Franco murió en 1975, 2 años después que Picasso. El cuadro del Guernika -por orden expresa del autor- no volvería a suelo español mientras no hubiera democracia. Regresó en 1981 del MoMa en Nueva York donde estuvo resguardado por varias décadas.
Caminé por el pueblo de Guernika lo que restaba de aquella tarde de julio. Entré a un bar y me pedí un Txacolí bien frio y unas kokotxas al pilpil. Cuántas veces necesitamos sufrir una tragedia para no repetirla, pensaba.
bravo!!
Muy buen texto, gracias.