Lo que cuenta simplemente es ese momento de pánico, no su explicación.
René Magrite
Hace 10 años estuve en ese lugar, subiendo esas escaleras que no terminan en ningún lado, solo en las copas de los árboles para desde ahí escuchar mejor el canto de las aves. “Las pozas”, como se llama correctamente el lugar, están en el pueblo de Xilitla, en el corazón de la Huasteca Potosina y son una verdadera gozadera para los visitantes que comprendan las estructuras y el mapa surrealista que se hizo mentalmente Edward James al construirla. Para esto recomiendo ampliamente, como en todos los sitios de interés y museos, pero aquí todavía más, contratar las visitas guiadas por expertos en el tema que nos ayuden a apuntar la vista adecuadamente.
Edward James fue un aristócrata escocés nacido a principios del siglo pasado, hijo de Elizabeth Forbes y supuestamente de Eduardo VII (pero él mismo en una entrevista dice que la hija del Rey era más bien su madre, aunque nunca se reconoció así), lo que mantuvo siempre el halo misterioso de su probable ascendencia real. Estudió en Oxford, donde hizo amistad con artistas relevantes de su época y mostró su gusto por algunas tendencias en boga. Posteriormente heredó una considerable fortuna y se involucró activamente en el movimiento surrealista liderado por André Bretón con quien tuvo una amistad, además de algunos otros como Salvador Dalí o René Magrite, quien por cierto llegó incluso a vivir en su casa por una larga temporada.
En la década de 1940 viajó a México y quedó absolutamente conmovido por la belleza del país y del paisaje potosino, particularmente de Xilitla, lugar donde se asentó y decidió construir un castillo que rompiera, como él, todas las reglas posibles. Este proyecto, conocido como “Las pozas” es un espacio de arquitectura abierta donde todo interactúa entre sí a través de lo que parece un sueño en un estado alterado de conciencia. Allí se llevaron a cabo un gran número de fiestas y celebraciones entre artistas destacados de su tiempo, como la gran Leonora Carrington quien fue quien lo llevó a conocer ese lugar en particular, pues el artista había llegado originalmente a Cuernavaca, Morelos.
Cuentan que al principio James tenía la intención de volver aquellos terrenos, que abarcaban casi 40 hectáreas de los que se hizo en Xilitla, en una plantación de café, pero una fuerte helada en el año de 1962 devastó las incipientes plantas y entonces pensó en realizar construcciones que protegieran la abundante vegetación del lugar. Es a partir de aquí que se comienza lo que hoy finalmente podemos admirar, edificaciones como “La escalera al cielo”, “Las manos del gigante” o “El portón de San Pablo” entre muchas otras pues son 28 estructuras que fusionan lo natural con lo artificial, lo real con lo surreal, lo palpable de lo puramente onírico. También Edward James lleva una gran cantidad de orquídeas de distintas familias, además de las salvajes que crecen en la zona y que fueron parte del encanto que sedujo al escocés y una serie de animales que completaban el toque fantástico que buscaba, como flamencos, ocelotes, boas, venados y las más distintas y coloridas aves que puedan imaginar.
Edward James fallece en 1984 dejando incompleta su obra que por demás está decir que hubiera estado siempre así, pues construía muchas veces en función de lo que soñaba y esos sueños eran frecuentemente acompañados de plantas de poder o alucinógenos sintéticos. Sin embargo su castillo surrealista quedará por siempre para el disfrute de los turistas y viajantes que pasan por el lugar, aprovechando los sitios de interés que coinciden en esa zona de la huasteca potosina como el puente de dios, las pozas de Tamasopo, el sótano de las golondrinas (que son más bien vencejos de cuello blanco) al amanecer o al atardecer o la cascada del meco entre algunas otras.
Del “Castillo surrealista” de James hay mucho que decir, las influencias que se acumularon en la mente ya de por si creativa de Edward son muchísimas. Hay evidencia de muebles diseñados entre él y Dalí como los sillones en forma de labios gruesos o sillas que imitan una mano abierta de Pedro Friedeberg, orquídeas y flores de loto de concreto bordean algunos caminos que no llevan a ninguna parte. Es de verdad un sitio alucinante.
En una entrevista que le hacen para un documental, cuenta la historia de una vez que su madre, la rica y poderosa Elizabeth Forbes, le grita a la nana (que él siempre consideró como su verdadera madre) que le baje a uno de sus hijos para que la acompañe a la iglesia. A cual quiere, señora, le responde la nana. Al que tenga la ropa que mejor combine con mi vestido de hoy, respondió la madre, lo demás no me importa. Esta ausencia de padre y madre, incidiría fuertemente en el carácter posterior de Edward. Sus cartas reflejan una nostalgia dolorosa, algo así como lo que se lee en el primer tomo de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust. Su madre fallece en 1929, pero esto no afecta en lo más mínimo a James, quien para entonces ya estaba protegido por la recia armadura del arte, tanto así que en el último soneto que escribió se puede leer: “Mi alma, entre extraños silencios, canta todavía”.
Mucho se ha escrito sobre la relación entre Leonora Carrington y Edward James, hay una evidencia epistolar vasta y una importante colección de obras de la artista que estuvieron en poder de James hasta su muerte. Se dice que Edward estuvo siempre enamorado de ella y que incluso intentó proponerle matrimonio, pero ella no aceptó, pues sus afectos caminaban hacia Renato Leduc, sí, el mismo que compuso la canción aquella de “sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo” y más tarde del fotógrafo húngaro Emérico Weisz con quien tuvo dos hijos.
Edward James falleció un 02 de diciembre de 1984 en San Remo, Italia, a la edad de 77 años a causa de una trombosis generalizada y sus restos mortales reposan en el jardín botánico de West Dean, Inglaterra, lugar que fue siempre muy importante para él pues allí paso buena parte de su niñez y ya ven que dicen quea fin de cuentas la vida de un hombre es solo el recuerdo melancólico de su infancia. Su colección personal que no había vendido antes para sostener la construcción de su castillo en Xilitla, la más grande del mundo en obra surrealista, fue subastada en Christie´s dos años después de su muerte, con piezas de Max Ernst, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Marcel Duchamp, Leonora Carrington y Joan Miró entre muchos otros. Los precios que alcanzaron se mantienen en secreto.
¿Se imaginan en un paseo por el castillo bajo los influjos del LSD acompañado de la conversación surrealista de Leonora Carrington y Edward James mientras, sentados en una banca roja en forma de labios, observan pasar una manada de flamencos al atardecer? Bueno, solo piense que estuvo alguna vez en Xilitla.
Mi trabajo me llevo a visitar cd. Valles en innumerables ocasiones, ahí se encuentra ingenio Plan de Ayala; su gerente quien a la postre fue mi amigo me platico su experiencia cuando lo visitó y me invitó a hacerlo.
Nunca lo hice, ahora después de recordar a mi amigo y de leerte, me doy cuenta de mi error y parafraseando a Manuel José Quintana te comento que “los errores no son del tiempo son todos míos”
Excelente como siempre.