Ante la desesperanza el arte y en particular la poesía es un refugio en el que vale la pena reponer el corazón. Frente a las preocupantes novedades en el mundo relativas a los recientes acontecimientos en la historia Ucrania - Rusia - Estados Unidos, te comparto cinco poemas. Que tengas buena tarde.
“Dice la esperanza” – Autor: Antonio Machado
Dice la esperanza: un día
la verás, si bien esperas.
Dice la desesperanza:
sólo tu amargura es ella.
Late, corazón… No todo
se lo ha tragado la tierra.
“Esperanza” – Autor: Amado Nervo
¿Y por qué no ha de ser verdad el alma?
¿qué trabajo le cuesta al dios que hila
el tul fosfóreo de las nebulosas
y que traza las tenues pinceladas
de luz de los cometas incansables
dar al espíritu inmortalidad?
¿es más incomprensible por ventura
renacer que nacer? ¿es más absurdo
seguir viviendo que el haber vivido,
ser invisible y subsistir, tal como
en redor nuestro laten y subsisten
innumerables formas, que la ciencia
sorprende a cada instante
con sus ojos de lince?
esperanza, pan nuestro cotidiano;
esperanza nodriza de los tristes;
murmúrame esas íntimas palabras
que en el silencio de la noche fingen,
en lo más escondido de mi mente,
cuchicheo de blancos serafines…
¿Verdad que he de encontrarme con mi muerta?
si lo sabes, ¿por qué no me lo dices?
“Canto de esperanza” – Autor: Rubén Darío
Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.
¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno de Cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, Señor Jesucristo! ¡Por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas!
Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que amante de tinieblas tu dulce aurora olvida.
Ven, Señor, para hacer la gloria de Ti mismo;
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
“A la esperanza” – Autor: Miguel de Unamuno
I
Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
a tu hija la fe con siete llaves
y que ante la razón no te acobardas
si no haces a los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mí no cabes.
¡Esperanza inmortal, ave divina!
que es mi alma para ti harto mezquina
y te ahogas en ella, y por tal arte
huérfano me he quedado de tu abrigo,
y ahora lucho sin ti por si consigo
luchando así, a las ciegas, olvidarte.
II
Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, Santo
Espíritu, de Dios en las honduras,
y has de volver bajo tu eterno manto
a amparar nuestras pobres amarguras,
y a hacer fructificar nuestro quebranto;
sólo tú del mortal las penas curas,
sólo tú das sentido a nuestro llanto.
Yo te espero, sustancia de la vida;
no he de pasar cual sombra desvaída
en el rondón de la macabra danza,
pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré a tu fortaleza
y viviré esperándote, ¡Esperanza!
“A la esperanza” – Autor: Sor Juana Inés de la Cruz
Verde embeleso de la vida humana,
loca Esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado
y de los desdichados el mañana:
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por antojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
El que desespera de la condición humana es un cobarde, pero el que tiene esperanza es un tonto.
A. Camus
Durante buena parte del primer decenio de este siglo y milenio, me vi envuelto en un torbellino de malas nuevas, parecía que estás no solo no acababan, crecían, fue entonces que un conocido de muchos años atrás, se acercó para pedirme en razón de experiencia en la industria azucarera, que le ayudará en su carácter de síndico de 7 ingenios, con la promesa de que cuando se liquidaran los activos me pagaría un porcentaje de los honorarios que por ley le corresponderían.
Trabajé durante más de un año, nunca llegó el pago ni para el y en obvio para mi, pero siempre le estaré agradecido por que me regalo en ese entonces un contrato de esperanza.
Y no, no fui un tonto, por el contrario aún ahora me siento afortunado por el casual e inopinado regalo de esperanza.