Hay muchas historias reales o mitológicas o bien mezcladas que resultan fascinantes y las de los piratas ocupan un lugar en esta categoría. Hace mucho tiempo, en las aguas turbulentas del Caribe, navegaba un hombre cuya fama se extendió más allá de las costas y de los mares, hasta los rincones más oscuros de los puertos. Su nombre era Edward Teach, pero la historia lo conocería por un sobrenombre que helaba la sangre de los que lo escuchaban: Barba Negra. Un hombre de temible presencia, alto, corpulento, con una barba negra que parecía devorar la luz del sol, siempre imponente, siempre rodeado de una aura de terror. A su paso, los barcos mercantes temblaban, y las voces de los marineros contaban historias sobre los horrores que les aguardaban si caían en sus manos.
Barba Negra nació en Inglaterra, alrededor del año 1690. Durante su juventud, no hay mucho que se sepa de su vida, pero se cree que participó en la guerra de sucesión de España, lo que le permitió adquirir experiencia en combate y marinería. A principios del siglo XVIII, tras la guerra, se embarcó en la vida de pirata, como tantos otros hombres atraídos por la promesa de riquezas fáciles y aventuras en los mares desconocidos. Pronto se unió a una flota pirata bajo el mando del famoso capitán Benjamin Hornigold, pero fue su propio espíritu audaz lo que lo llevó a forjar su propio destino.
A mediados de la década de 1710, Barba Negra tomó el mando de su propio barco, el Queen Anne’s Revenge, un formidable buque de guerra que había capturado a un barco francés. Con su nueva nave, un navío de gran tamaño y poder, Barba Negra comenzó a aterrorizar las aguas de las Antillas y la costa este de América. Sus ataques eran siempre rápidos y brutales, y su reputación creció con cada saqueo. Pero no solo su destreza como capitán lo hacía temido, sino también la forma en que se presentaba ante sus enemigos.
Cuenta la leyenda que Barba Negra tenía una forma muy peculiar de intimidar a sus víctimas. Durante los combates, se ataba mechas de pólvora encendidas a su barba y a sus sombreros, de modo que su rostro parecía envuelto en llamas, como un demonio salido del mismo infierno. Además, su presencia era tan imponente que a menudo no necesitaba disparar una sola bala: el solo hecho de aparecer con su aspecto aterrador hacía que las tripulaciones rivales se rindieran sin luchar, temerosas de la muerte que les aguardaba si no lo hacían.
Su más célebre enfrentamiento fue contra el capitán de la marina británica, Robert Maynard, quien finalmente, en 1718, decidió acabar con la amenaza que Barba Negra representaba para el comercio marítimo. El 22 de noviembre de ese mismo año, tras una feroz batalla cerca de las costas de Carolina del Norte, Barba Negra encontró su final. Herido gravemente en el cuello y en el pecho, y con más de una docena de balas y cuchilladas en su cuerpo, el temible pirata cayó al agua. Pero, según cuentan, incluso en su último aliento, Barba Negra mostró una valentía inquebrantable, combatiendo hasta el final.
Tras su muerte, la leyenda de Barba Negra no hizo más que crecer. Su cabeza fue decapitada y colgada en el barco de Maynard como trofeo. La historia contaría que, tras perder su cabeza, su cuerpo aún nadó alrededor del Adventure, el barco británico, varias veces, como si intentara vengarse de aquellos que lo habían derrotado. Los marineros, asombrados por esta última resistencia, consideraron la muerte de Barba Negra como un signo de que su espíritu permanecía inquebrantable, un eco de terror que jamás desaparecería del mar.
Los piratas, como Barba Negra, vivían al margen de las leyes, pero también de las reglas convencionales de la moralidad. A pesar de sus actos brutales, muchos de ellos, incluidos los temidos corsarios como Teach, tenían códigos propios, reglas de conducta que regían su convivencia. Barba Negra, por ejemplo, se decía que era un capitán justo con su tripulación, que compartía el botín de manera equitativa, lo que le ganaba la lealtad de sus hombres. Sin embargo, su brutalidad y su capacidad para sembrar el pavor lo convirtieron en el pirata más famoso de todos los tiempos.
Hoy, siglos después de su muerte, el nombre de Barba Negra sigue vivo, no solo en las historias de marineros, sino también en la cultura popular. Desde películas hasta libros, su figura permanece como la imagen misma del pirata por excelencia: un hombre temido, audaz y, sobre todo, inolvidable. Y aunque los mares ya no estén llenos de piratas como él, su leyenda continúa, navegando en el viento como una sombra que jamás dejará de acechar el horizonte.
Finalmente, si les interesa el tema les recomiendo un librito fabuloso sobre la vida de los piratas que publicó Crítica hace algunos años. Aquí les dejo foto de mi ejemplar por si quieren buscarlo.
Buenas tardes,
Subamos a bordo y cortémoslos en pedazos.
Barbanegra (en escrito de Charles Johnson)
Hoy en día se encuentran piratas en todo el mundo, solo en el estrecho de Singapur se registraron el año pasado más de 30 ataques a barcos mercantes.
Si bien es cierto que no tienen el aura de aventura, gallardía y romanticismo que en las películas se plasmó, siguen causando daño terror y muerte.
Su botín (materiales, dinero y cargamento valiosos) se usa en algunos casos para financiar a grupos criminales, a guerrillas y a grupos disidentes de gobiernos locales. Si el cargamento no es valioso se toman rehenes de la tripulación y se exige un rescate.
Gracias Israel me hiciste recordar matines a los que fui cuando en el cine te ofrecían dos o tres películas del mismo tema y en donde si la memoria no me falla aparecía Errol Flyn como pirata y como amante de la reina virgen Isabel I.