¿Por dónde comenzar a escribir sobre este personaje referencia del siglo pasado? ¿Su infancia vacía y complejamente aristocrática, su afición al tabaco y al alcohol, su patriotismo, sus épicos discursos, sus aforismos inteligentes y divertidos, su escritura impecable que le valió el Nobel? Es difícil abordar un vehículo en movimiento y con tantas aristas como puedan imaginar porque Churchill fue todas estas cosas y muchas otras más.
Winston Leornard Spencer Churchill nació un 30 de noviembre de 1874 en Oxfordshire, Inglaterra en el seno de una familia acomodada. Hijo de un respetado político conservador con título nobiliario y una neoyorkina que al parecer tuvo siempre amplia distancia de sus dos hijos varones, lo que los llevó a desarrollar un apego insano hacia su nana Elizabeth Everest a quien cariñosamente Winston llamaba “Woom”, que fue su figura materna y confidente durante sus primeros años y a la que llevó flores a su tumba durante toda su vida. En la escuela era un niño problema que, pese a destacar académicamente en algunas materias, su comportamiento dejaba mucho que desear y constantemente era enviado a casa con reprimendas. Él mismo describiría más adelante estos años como “los más aburridos de mi vida”.
Su padre falleció consumido por la sífilis. Antes de morir le tomó cariñosamente la rodilla y el recuerdo de ese instante es quizá el único recuerdo amoroso de él y quedaría para siempre en su corazón, como lo escribió en sus diarios y cuyo relato recuerda tanto a Marcel Proust en su busca del tiempo perdido. Winston tenía apenas 20 años. Entra al ejército como uno de los últimos recursos para que madurara y aprendiera de la vida y es ahí cuando comienza a florecer. Resulta ser buen jinete, tremendo espadachín y mucho mejor estratega. Su vida dio entonces un giro de 180º. Parecía que era ese el incentivo justo que esperó durante toda su vida.
Inicia su carrera política al final de la era Victoriana, esa época de gloria y esplendor para el imperio británico, en el año 1900 cuando es elegido diputado del partido conservador en un trabajo legislativo que haría por medio siglo en su vida, en diferentes etapas y posiciones ideológicas. Lo anterior lo logra tras haber ganado popularidad durante su etapa como corresponsal de la guerra de los Bóeres, en Sudáfrica. Se casa en 1908 con Clementine Hozier, con quien tuvo 5 hijos y de quien escribió en sus diarios que es justo a partir de conocer a su mujer, que conocería la felicidad. Jamás se apartó de ella y fue siempre su consejera, confidente y amante.
Participó como primer Lord del Almirantazgo británico (algo así como secretario de la defensa) entre 1911 y 1915, cuando se da el desastroso desembarco de Gallipoli (no el de Italia, sino el del estrecho de los Dardanelos en el otrora Imperio Turco Otomano) durante la primera guerra mundial, un evento que le cambiaría la vida para siempre. Hay una película muy buena sobre este hecho histórico dirigida por Peter Weir que les recomiendo ver.
Después se vino la creciente amenaza alemana del partido Nazi y la presencia Soviética cada vez mayor. Alemania comenzó a renacer de las cenizas a la que la condenaron con el tratado de Versalles al finalizar la primera guerra mundial y que los llevaría a la mayor inflación jamás vista por el hombre. En esa tierra fértil es que la voz de Hitler florece y lo lleva a invadir Polonia, hecho que detonaría posteriormente la gran guerra mundial. De esta parte de su historia trata la película “Las horas más oscuras” donde el genial Gary Oldman encarna a Churchill, en una interpretación memorable que les recomiendo ampliamente.
Pero por lo que más se le recuerda es cuando asciende al poder y encara la segunda guerra mundial, con su famosísimo discurso pronunciado el 13 de mayo de 1940 y que preparaba a su pueblo para el choque de trenes con la poderosa Alemania: “No tengo nada más que ofrecer salvo sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. Me preguntan ¿cuál es nuestra política? Os lo diré: hacer la guerra por mar, tierra y aire con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda conceder. Hacer la guerra contra una tiranía monstruosa. ¿Y cual es nuestro objetivo? Puedo responderles con una sola palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar del terror.”
Una vez leí que, pese a que prácticamente todo el presupuesto se tenía que ir a la guerra, siempre se rehusó a quitar el que iba para las artes, ¿Si no para qué luchamos entonces? dijo y me parece algo bellísimo. Para qué ganar una guerra sino es para conservar la cultura propia. Como sabemos, los aliados ganaron la guerra. La anexión de los Estados Unidos al conflicto fue fundamental, así como los diversos frentes abiertos por el nazismo, las largas rutas de provisión y el desarrollo de la bomba atómica (Tristemente cien años de estudio de la física terminaron en eso).
En un hecho realmente sorprendente sin embargo, Churchill pierde las elecciones en julio de 1945, prácticamente cuando regresaba de firmar los acuerdos de Potsdam con Truman y Stalin y vuelve entonces a la vida legislativa desde la oposición y a advertir al mundo sobre el “Telón de acero” que había caído sobre Europa en referencia a la profunda división ideológica que el mundo conocerá más tarde como la guerra fría.
Aunque durante toda su vida escribió, en estos años es cuando arrastra la pluma en mayor medida y da entre sus frutos la historia de la segunda guerra mundial, que probablemente fue la que le hizo merecedor del premio Nobel de literatura. De sus anécdotas chuscas favoritas resalta una en un debate en el parlamento con Nancy Astor que, luego de un agrio intercambio verbal, le espetó: “Si usted fuese mi marido, le pondría veneno en su taza de té”, a lo que el ingenioso Churchill respondió: “Si usted fuese mi mujer, yo me lo bebería”. También es jocosa la vez en que la misma legistadora le reclamó entre gritos y aspavientos por llegar “asquerosamente borracho” al recinto legislativo a lo que él respondió: “Puede que esté borracho, pero por la mañana estaré sobrio y usted seguirá siendo fea”.
Churchill tomó el mejor camino que hay para todo hombre inteligente, ser un buen lector. Sus influencias principales fueron, desde los clásicos Homero, Plutarco y Cicerón hasta Shakespeare, Kipling, H. G. Wells, Solzhenitzyn y Mark Twain. Hay muchas cosas sin embargo que causan controversia en nuestro personaje, como que apoyó siempre la formación del estado Sionista de Israel sin diálogo político, su responsabilidad en la cruel hambruna de Bengala, el probable uso de armas químicas, actitudes machistas, racistas y colonialistas que llevaron a sangrientos enfrentamientos como el de Irlanda.
En sus últimos años enfrentó graves problemas de salud, como un accidente cerebro vascular que lo dejó parcialmente inmobilizado y lo alejó de la vida pública, pero siempre estuvo activamente leyendo y escribiendo. Descanse en paz el gran hombre que nunca pudo quitarse la sombra del “perro negro”, como él le llamaba a la profunda melancolía que arrastró siempre, sobre todo desde que se le murió una pequeña hija. En su lecho de muerte, casualmente el mismo día que falleció su padre sólo que 70 años después, sus últimas palabras fueron: “Es que es todo tan aburrido”.
Muchas gracias! Benito por ilustrar me, pues ahora tengo una.visión mucho más amplia sobre este personaje histórico, de quien confieso, sólo sabía lo básico.
Espero hayas disfrutado mucho la Navidad al lado de tus seres queridos!
Bien señalas que es difícil abordar un vehículo en movimiento, que puedo comentarte en esta mañana preludio de la navidad, baste decir que Winston Churchill fue un hombre que nació como hijo de la historia (Lyndon Johnson), que lo que dijo e hizo siempre será recordado y para quien la Reina Isabel decretó un funeral de estado para un no miembro de la familia real y del que escribió:
“El mundo entero es más pobre por la pérdida de su genio multifacético, mientras que la supervivencia de este país … frente al mayor peligro que lo haya amenazado será un recuerdo perpetuo de su liderazgo, su visión y coraje indomable”
Feliz Navidad Benito