“El camino no se anda, se vive”
Escribo esto desde Hiroshima en un pequeño café por cuya ventana veo el memorial de la paz que los habitantes del lugar han erigido para que la historia no se repita. Veo la cúpula que permaneció de pie pese a ser el hipocentro de la explosión del “Little boy”, la cruel bomba atómica que fue arrojada sobre población civil en una ciudad donde los cerezos florecen cada inicio de la primavera. Hace ya dos días que terminé el Kumano Kodo, la peregrinación más importante del budosintoísmo en el sur de la isla de Honshu, en Japón, y aún mis pantorrillas son un nudo de ligas que duelen cada vez que subo o bajo un escalón. Han sido días de un largo y arduo peregrinar comenzando en Tanabe y terminando, cuatro días y 70 kilómetros después, en Hongu Taisha, el templo de la cascada.
Caminar 70 kilómetros en 4 días suena a “piece of cake”, casi cualquiera podría hacerlo si tomamos solo la distancia como referencia en un camino plano, pero hacerlo en una montaña, con ascensos y descensos de 1,000 metros, es otra cosa y los que hagan hicking me podrán entender. Los dos primeros días fueron de verdad un querer renunciar constante, un “porqué estoy haciendo esto” repetido en los pensamientos como hit musical de MTv en los ochentas.
Hoy que los veintes caen, quiero hacer una serie de analogías entre los caminos de peregrinación y la vida misma, que puedan servir de algo a mis lectores imaginarios, para realizar algunas de estas rutas que seguramente hay y que se acomodarán a su creencia, presupuesto y lugar de residencia. Peregrinar ha sido siempre una muestra de fortaleza espiritual y lo seguirá siendo, pues algo hay que la ciencia no ha descubierto entre el caminar y el pensar con claridad. Por algo el estagirita Aristóteles, a quien Platón llamaba “el lector”, tenía la costumbre de dar sus lecciones siempre caminando y los llamaban los “peripatéticos”, que no es otra cosa sino el arte de caminar pensando o pensar caminando.
Esta es la segunda larga ruta que hago como peregrino luego que hace poco más de 10 años hiciera el Camino de Santiago en su versión primitiva. Nada que ver una con la otra, son mundos distintos, soles distintos, luces entre las hojas distintas. Sin embargo, hay un cansancio que en la noche te acompaña al meterte entre las cobijas y te da un atajo a los pensamientos que merecen más la pena.
El camino es siempre personal, no hay un camino único, hay tantos caminos como seres humanos en la faz de la tierra, como Kamis en el sintoísmo japonés. No intentes aprender de los otros, no leas sus reseñas, no creas en sus exaltaciones ni en sus críticas, solo la vida que tu has elegido te acompañará por el camino. Solo la estela tuya seguirá dando la pincelada de aroma al espacio que quede tras de tus pasos.
Analogía 1, el camino es como la vida, lo que cargas es lo que sufres al andar. Te recomiendan no llevar en tu mochila algo mayor al 10% de tu peso. Cuando inicié mi primer camino en Asturias hace una década, traía varios cambios de ropa, un cuaderno y una costosa pluma que había sido un lindo regalo. Un par de libros y cosas varias para hipotéticas situaciones. Al segundo día me deshice de la mitad de esto y al quinto día iba solo con un cambio de ropa, lavaba llegando al albergue y si no se alcanzaban a secar mis trapos, los traía al sol colgando de mi mochila. Al final tuve incluso que dejar mi pluma, pues los gramos que tenía demás contra una ligera bic de plástico, no los quería cargar. El camino te enseña a soltar, a ir ligero, a que necesitas poco y lo poco que necesitas, lo necesitas poco, como en la vida.
Analogía 2, Un mal paso puede echar a perderlo todo. Como en la vida, siempre hay el riesgo de tomar una mala decisión, un momento de descuido y caer, como las drogas, como un accidente, como una palabra mal dicha bajo la tormenta de la ira. El Kumano Kodo tiene muchas veredas estrechas donde caminas por menos de un metro de ancho y a un costado hay decenas o incluso centenares de metros de barranco al vacío. Yo que padezco acrofobia desde chico, tenía que concentrarme en mirar solo el camino ya que incluso decía Nietzsche que si miras largamente al abismo, el abismo también te mira a ti.
Analogía 3, concéntrate en el siguiente paso solamente. Los dos primeros días del Kumano son de ascensos enormes, donde subes 1,000 metros en cuestión de pocos minutos. Si al empezar a subir te detienes a mirar lo que te falta, sentirás un desánimo enorme y puede echarte a perder el camino. Dicen que cuando las subidas arrecien, bajes la cabeza y veas sólo el siguiente lugar a donde llegarán tus pies. Como en la vida, ten metas pequeñas y cercanas, un viaje alrededor del mundo comienza con un primer paso.
Analogía 4, Lo que está pasando es lo que toca vivir ahora. Es muy común en el camino que de pronto te toque un rato caminar bajo el yugo inclemente del sol y sudes y te queme la piel y sientas que lo único que deseas en el mundo es una buena sombra. Pero luego el bosque te cerca e impide al sol tocarte y sientes las corrientes del viento frío y entonces el sudor que ahora tiene tu ropa húmeda se vuelve contra ti y sientes escalofríos y sólo deseas un rayo de sol para calentarte. En fin, el ser humano casi nunca está satisfecho con lo que tiene, pero aceptar lo que toca vivir ahora, es una filosofía estoica contra la que no conviene pelear, como en la vida.
Analogía 5, camina tu mente, no tu cuerpo. Hace algunos años corrí un maratón. 9 meses antes de correrlo pesaba 12 kilos más y no podía darle una vuelta trotando a una cancha de futbol. Luis Hoyos me dijo: el cuerpo es cabrón, ya verás. Y sí, el cuerpo está preparado para hazañas increíbles, como correr sin detenerte 42 kilómetros o caminar 4 días por las montañas de Japón. A la que hay que convencer es a la mente, a que cuando te diga: ¿Qué hacemos aquí?, es hora de claudicar, esto no está padre, tengamos la capacidad de decirle: este es justamente el lugar donde quiero estar y terminaré esto a pesar de ti o de lo que sea. La mente, la loca de la casa, la que hay que acallar con paciencia y amor, tanto aquí, como en la vida.
Analogía 6, en el camino hay solo caminantes. No importa si eres el CEO de una multinacional, un exitoso emprendedor, si eres maestro rural o estás desempleado, aquí todos pasan por iguales, por peregrinos en un camino y con un objetivo común. Parten de donde mismo y se deben dar los mismos pasos. En la vida no siempre es así aunque debería y al final de ella, como dijo Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre: “… Llegados son iguales, los que viven por sus manos y los ricos”.
Deseo que en la parte del camino de tu vida en que te encuentres, vayas en plano y a la sombra. Si no, recuerda que lo que es arriba será abajo y viceversa, pues lo que sea que estés viviendo, lo que sea, también pasará. Así que buen camino, peregrino.
Chulada como siempre querido amigo. Deseo que sigas gozando de tu peregrinaje. Abrazo.
Muy fan tuya Benito !!