253 The Coolture
Gastronomía, arte y cine como embajadores culturales en la globalización (Parte II)
[…] Una de las películas que inevitablemente viene a mi mente al pensar en este fenómeno cultural y social es La Haine (El odio), dirigida por Mathieu Kassovitz y estrenada en 1995. Este impactante filme francés, protagonizado por Vincent Cassel, Hubert Koundé y Saïd Taghmaoui, relata la vida de tres jóvenes amigos que viven en los suburbios de París y la trama relata su día después de un disturbio violento, abordando temas como la segregación social, la brutalidad policial y la desigualdad que permea en los márgenes de la "ciudad del amor".
Lo que hace única a La Haine es cómo expone una cara de París que pocas veces se muestra en el cine internacional. Antes de verla, mi idea de París estaba formada por imágenes de una ciudad casi ideal: la Torre Eiffel, los Campos Elíseos y la sofisticación que tanto se asocia con la capital francesa, sin embargo, esta película rompió completamente esa visión superficial y me mostró una realidad que ni siquiera imaginaba que existía. A través de su estilo crudo y en blanco y negro, Kassovitz nos lleva al corazón de los suburbios, revelando las fisuras de una sociedad que, aunque parece perfecta desde lejos, está profundamente marcada por las tensiones sociales y económicas.
El impacto de La Haine no solo se limita a mi experiencia personal; su relevancia cultural ha sido reconocida ampliamente. Ganó el premio a Mejor Director en el Festival de Cine de Cannes en 1995 y se ha convertido en un referente para discutir temas como el racismo, la exclusión y las dificultades de integración en las ciudades cosmopolitas. Según Kassovitz, la película nació como una respuesta directa a la muerte de un joven en manos de la policía, un evento que reflejaba las tensiones reales de los suburbios franceses en ese momento.
En lo personal, La Haine me ayudó a entender que incluso las ciudades más icónicas y admiradas del mundo tienen sus complejidades. París no es solo una postal perfecta, es también un lugar donde coexisten lujo y desigualdad, belleza y conflicto. Este tipo de cine no solo entretiene, sino que también educa y despierta empatía, permitiéndonos ver el mundo a través de los ojos de quienes viven realidades diferentes a las nuestras. En lo particular una de mis favoritas, recomiendo altamente verla, no se arrepentirán.
Otra película que me parece perfecta para mostrar cómo el cine es un embajador de la globalización es Promesas del Este(Eastern Promises), dirigida por David Cronenberg en 2007. Esta cinta es brutal y cruda, pero al mismo tiempo, logra conectar con el espectador de una manera única al presentarnos un mundo que para muchos es completamente desconocido: El crimen organizado ruso.
Aunque la película se desarrolla en Londres, refleja con mucho detalle elementos culturales de Rusia, desde las jerarquías en las mafias hasta el simbolismo de los tatuajes que los personajes llevan en la piel. Lo interesante es cómo estos detalles, que son parte de una subcultura específica, se convierten en un medio para que una audiencia global pueda entender un poco más sobre esa realidad.
Lo que más me impactó fue cómo la historia te sumerge en un contexto lleno de tradiciones y códigos de honor que rigen incluso en un entorno tan oscuro. Cronenberg logra que veamos más allá de la violencia y exploremos la complejidad humana detrás de este mundo. Además, Viggo Mortensen, quien interpreta a Nikolai, hace un trabajo increíble al darle vida a este personaje tan enigmático y, de paso, mostrarnos un fragmento de la cultura rusa.
Con esta película, reafirmo que el cine no solo es entretenimiento; es una ventana al mundo. Nos lleva a lugares y situaciones que probablemente nunca experimentaríamos de otra forma. Gracias a historias como ésta, podemos conocer y entender un poco más sobre culturas y realidades que, de otro modo, nos serían completamente ajenas. Eso es lo que hace que el cine sea un verdadero embajador de la globalización.
Para cerrar con el tema del cine en particular, es innegable que este arte se ha convertido en un puente esencial para conocer nuevas culturas, romper barreras geográficas y explorar historias de tiempos y lugares que jamás imaginamos. A través del cine, no solo nos entretenemos, sino que también aprendemos, nos contextualizamos a nivel global y experimentamos realidades que enriquecen nuestra perspectiva del mundo. Películas como La Haine y Promesas del Este no solo cuentan historias, sino que nos invitan a reflexionar y sumergirnos en entornos culturales complejos, mostrándonos que el cine es mucho más que una simple forma de entretenimiento; es una herramienta poderosa para la conexión cultural y el entendimiento global.
Como tercer embajador de la globalización tenemos el arte (no desacredito a la gastronomía ni al cine como arte, sin embargo esta parte va más enfocada a obra gráfica y otras variaciones ) que es un reflejo cultural que conecta a las personas más allá de las fronteras, y creo que un gran ejemplo de esto es el edificio CRGS de Tadao Ando en la UDEM (Universidad de Monterey). Este edificio me encanta porque refleja muchos aspectos de la cultura japonesa, como el minimalismo y la conexión con el entorno. Cada vez que paso por ahí, siento calma y claridad, algo que considero muy especial. Es increíble cómo un espacio arquitectónico puede transmitir valores culturales de forma tan directa.
Otro caso fascinante es Yayoi Kusama, con sus famosos Infinity Rooms. Aunque Kusama es japonesa, su arte es global. Sus instalaciones llenas de luces y patrones infinitos no necesitan traducción; te hacen sentir algo sin importar de dónde seas. Es un ejemplo perfecto de cómo el arte puede hablar un lenguaje universal.
También pienso en Damien Hirst, con obras que son impactantes y hacen pensar. Su famosa calavera cubierta de diamantes, For the Love of God, toca temas como la mortalidad y el consumo, cuestiones que cualquiera puede relacionar, sin importar dónde estés.
Algo que también me apasiona es la fotografía, especialmente la periodística. Una imagen puede contar una historia completa, conectar culturas y generar empatía. Por ejemplo, la foto La niña afgana de Steve McCurry es una de esas imágenes que todos reconocemos y que nos invita a reflexionar sobre realidades que quizás nunca hemos vivido.
Por otro lado, está Ai Weiwei, un artista que no solo conecta culturas, sino que también pone sobre la mesa los efectos negativos de la globalización. Su obra Sunflower Seeds, compuesta por millones de semillas de girasol hechas a mano por artesanos chinos, no solo celebra el trabajo artesanal, sino que critica la explotación laboral y el impacto de la producción en masa que a menudo está vinculada a la globalización. Su trabajo nos hace cuestionar cómo este fenómeno puede provocar homogenización cultural, el desplazamiento de comunidades y desigualdades económicas.
Ai Weiwei aporta una perspectiva muy necesaria que equilibra la visión generalmente positiva que tenemos de la globalización. Aunque me encanta cómo el arte puede actuar como puente cultural, el trabajo de Ai me hace reflexionar sobre las fisuras y problemas que también existen. Es un recordatorio de que la globalización no es solo una conexión global, sino que también trae desafíos importantes que no podemos ignorar.
La globalización, al igual que una receta, mezcla ingredientes únicos para crear algo nuevo, pero no sin retos ni reflexiones y la idea de esta editorial es la exploración de cómo tres pilares culturales —la gastronomía, el cine y el arte— actúan como embajadores de la globalización, conectando culturas y rompiendo barreras geográficas e ideológicas.
La gastronomía nos muestra cómo platos locales como el sushi, los tacos y el ramen han evolucionado y trascendido fronteras, llevando tradiciones culinarias a los rincones más inesperados del mundo. En este intercambio, no solo disfrutamos de nuevos sabores, sino que también entendemos mejor la historia y esencia de otras culturas.
El cine, por su parte, funciona como un lenguaje universal que nos permite explorar contextos, tradiciones y problemas sociales de diferentes lugares. Películas como La Haine y Promesas del Este demuestran cómo las historias locales pueden tener un impacto global, desafiando nuestras percepciones y ampliando nuestra empatía hacia realidades desconocidas.
El arte, finalmente, no solo conecta culturas a través de su belleza y simbolismo, sino que también plantea cuestionamientos importantes sobre los efectos de la globalización. Obras como las de Yayoi Kusama y Ai Weiwei nos invitan a reflexionar tanto sobre los aspectos positivos de la conexión cultural como sobre los desafíos, como la homogenización y las desigualdades que este fenómeno puede generar.
En conjunto, estos tres pilares culturales nos recuerdan que la globalización no es solo una herramienta para unir al mundo, sino también una oportunidad para apreciar y preservar las diferencias que nos enriquecen como humanidad. Al abordar tanto sus fortalezas como sus debilidades, podemos construir un futuro más equilibrado y consciente, donde las culturas no solo viajen, sino que florezcan en su diversidad.
Espero que este trabajo resulte de tu interés y te motive a reflexionar sobre cómo el cine, la gastronomía y el arte conectan culturas y transforman nuestra manera de entender el mundo. Son tres temas que me fascinan profundamente, y ha sido bastante divertido desarrollarlos y compartirlos.
Coincido, la gastronomía es un arte; es el arte de lo culinario que preserva lo tradicional y que en cada región del mundo se reinterpreta, se adiciona y se adapta a los gustos y tendencias locales y/o contemporáneas.
El séptimo arte en ocasiones es un espejo en el que se confronta aquello que existe de manera verdadera y auténtica con la idea que no hemos formado, pero aún cuando lo que el cine exponga sea una realidad idealizada o deformada creo que el fenómeno de la globalización se presenta.
Por cuanto a arte en su concepto genérico, el avance en las comunicaciones facilitó su internacionalización, ahora todo viaja a través del Internet y las redes sociales y llega a todos en todas partes en segundos.
Enhorabuena H. Hanzo me gusto y mucho tu artículo.
Saludos
Eine ausgezeichnete Beschreibung und Einschaetzung der Globalisierung.
Glueckwunsch!!!