Esto quizá pocos lo saben, pero casi siempre estoy pensando en irme a otra parte, esté en donde esté, la gran mayoría del tiempo no estoy a gusto. Ignoro si es una disfunción exclusivamente mía o si alguien más se identifica con esto que escribo. Incluso cuando viajo, anhelo volver y cuando vuelvo anhelo viajar. Es como si mi lugar estuviera en otra parte, pero esa parte siempre fuera otra parte, no la parte en la que estoy, ni a la que voy, sino otra, siempre, otra parte.
No soy antisocial, no me consideraría como tal, por el contrario, me identifico más bien como alguien que suele tener un respetable poder de convocatoria y considero que normalmente a los lugares a los que voy soy bien recibido, lo paso bien, me río y hago reír, creo que pienso y hago pensar, pero en el fondo me quiero ir, por dentro de mis pensamientos en la más animada o concurrida de las reuniones yo, me quiero ir.
Recuerdo el poema del chiapaneco Jaime Sabines, donde decía que “Los amorosos siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar”. Quizá sea ese un destino que me encontró al doblar alguna esquina mientras iba distraído hacia ninguna parte o al abrir una puerta en una habitación equivocada de una casa vacía.
Alguna vez tomé un curso, uno de los tantos que he tomado en mi vida, sobre psicología transgeneracional y biodescodificación. Habrá durado algunos 8 meses, quizá 1 año. Hablaban de un tipo de ser humano llamado yacente. Este tiene algunas condiciones predefinidas que deben existir para formarse, una de ellas es haber nacido inmediatamente después de un hermano muerto. Bueno, cuando supe eso le pregunté inmediatamente a mi Madre y en efecto, me dijo que entre mi hermana mayor y yo, hubo un feto de 3 meses que falleció en su vientre y que por un grave error de dilación de su ginecólogo que casi le cuesta la vida, duró mucho más tiempo de lo debido para hacerle un legrado y extraer sus restos ya sin vida.
Según la teoría de transgeneración a cargo del Dr. Sellam y el Dr. Hammer, ser yacente es alguien que, de manera inconsciente, trae consigo una energía emocional de un familiar fallecido cuyo duelo no ha sido adecuadamente procesado, ya sea por el poco tiempo que ha pasado o incluso por el desconocimiento de esto. En estos casos el yacente hace las veces de “mula” de esta carga emocional y esta confusión asociada a un duelo no resuelto, como si tuviese dos personas dentro, como si estuviera escencialmente dividido.
Dice el Dr. Sellam más adelante que este síntoma se somatiza en un sentimiento de no vivir plenamente una vida propia, como si estuviese uno “flotando” por el mundo. Como consecuencia son personas que muchas veces manifiestan conductas de aislamiento y una tristeza que no es propia, que ni siquiera se puede trabajar, aunque da algunos consejos que incluyen rituales simbólicos y meditaciones para sanar.
No creo tanto ya en estas cosas, la verdad es que he tenido fe en tantos temas pseudo mágicos que terminé por decepcionarme de casi todas las cuestiones energéticas y que no se pueden comprobar. Ahora creo más en el poder de la saliva y en el dios de la intención. Pero digamos que de acuerdo a esa filosofía de Sellam y Hammer, yo soy un yacente y he de sentirme toda mi vida así, fuera de lugar.
Nunca he formado parte de un círculo de amigos, siempre he tenido buenos amigos pero nunca he sido parte de un círculo de ellos. A lo más que llegué fue a tener de niño unos buenos vecinos cuando jugaba en la calle de Nueva Escocia, en la colonia providencia de mi Guadalajara a donde he de volver pronto. Salíamos a jugar futbol soccer o americano durante la temporada invernal. Yo tenía dos sudaderas de los Houston Oilers que las cuidaba como oro, una con un gorrito detrás y cuando la usaba sentía que de algún modo mi equipo me respaldaba, pero realmente estaba solo.
Un día vi el título de un disco del 2001 de José Manuel Aguilera (líder del fabuloso grupo “La barranca”) que me encantó: “Yendo al cine solo” y lo hice yo también muchas veces. El cine foro de la UdeG durante las muestras era un sitio ideal para esto o los 3 cinematógrafos que había en la ciudad antes de la invasión de los centros comerciales y las cadenas de cines que lo absorben todo. Tenía un ritual que aún conservo y es armar artesanalmente el “Combo Bacardí”. Llevo oculta una pachita, damajuana o licorera con ron, pido un refresco campechano con mucho hielo y una rodaja de limón (cosa que siempre genera cierto asombro) unas palomitas grandes y voilá, tenemos una tarde de cine con buen humor garantizado.
La vida está en otra parte. Fue el título que utilizó Milán Kundera para relatar la áspera relación de un joven artista con su madre. La vida y mi lugar también podrían estar en otra parte, pienso. También escucho a veces y me provoca entre risa y pena la canción de El personal, “No me hallo”. Yo tampoco, querido Julio y también me busqué en la enciclopedia y en el padrón electoral, tampoco me gusta ni el verano ni el invierno, también estoy perdido y no sé que camino me trajo hasta aquí.
Quizá también tenga el deseo permanente de estarme yendo porque me aburro mucho, esa ha sido la conclusión que me he vendido desde hace tantos años, aunque quizá sea otra la verdadera razón, quizá el aburrimiento sea una máscara de algo más hondo.
Retiro uno a uno mis pensamientos como si fueran rodajas de pepino sobre los ojos en un spa de lujo y las pongo en una servilleta imaginaria que arrojo al cesto de basura con un perfecto tiro de tres puntos de basketbolista y me voy a la barra del RayBar, mi cantina favorita de Monterrey, en donde puedo permanecer por más tiempo que en ningún otro lugar por ahora, a menos que alguien se acerque y me diga: Benito, ¿Cómo estás?
El concentrador de oxígeno es mi amante por obligación todos los días, todas las tardes, durante horas (de 3 a 10 pm), lo que me lleva siempre a mi sillón en el que con la canula nasal colocada, en aislamiento y en placentera relajación, mis pulmones parecen olvidar que la salud ya no les acompaña.
De ahí que de estar en casa con amigos o en la de ellos, entre las 6 y 7 de la tarde “No me hallo”, y me retiro porque como en la canción “siento que…ya…no tengo vela en ese entierro”.
La excepción se presentará cuando la charla se que será mas que amena y la copa en mano gratificante y el amigo al que espero conocer, me acompañe en la barra del Rey Bar, que como dice Chava Flores en La Bartola para echarnos un alipus.
Gracias Benito disfruto mucho la lectura que nos obsequias todos los lunes.
Saludos
¡Hola, profe! Me gustó mucho la columna. He estado sintiendo que no pertenezco a ningún lugar y que no sé dónde quiero estar, pensé que era algo pasajero, típico de alguien recién graduado, pero al reflexionar, creo que esto viene desde antes, tal vez desde la secundaria o la prepa. Después de leer la columna, me pregunto si esto será realmente temporal o si es algo que me acompañará para siempre, supongo que lo sabré dentro de unos 10 o 20 años.