Leí el texto de Benito como quien se sienta a escuchar con una copa de vino frente a alguien que sí tiene algo que contar.
Y eso ya es un regalo: escuchar sin prisa, sin necesidad de interrumpir.
Me recordó mis propios brotes adolescentes de fe: chiquitos, tímidos, en parte sembrados en México, en una familia católica, con amigos católicos, en una prepa jesuita, en un tiempo donde todavía me daba gusto dejarme caer, confiar y creer en algo.
El texto no ofrece respuestas —y eso lo hace más honesto.
Benito camina por la duda como quien sabe que no va a llegar seco a casa, pero igual sale sin paraguas.
Y en medio del camino, un símbolo:
un círculo abierto,
una flecha que vuelve,
y una cruz en el centro.
Un tatuaje, sí, pero también una brújula.
“Como recordándome lo que debo tener al centro de mis pensamientos”, escribe.
Y yo, que no tengo ninguna certeza firme, lo leí como quien acepta con gratitud una prestada —aunque solo sea por un rato.
Tal vez la vida sea eso:
juntar preguntas
y soltar las respuestas que ya no sirven.
Gracias a quienes —con fe, sin fe, o con una fe temblorosa— siguen caminando a mi lado.
Certezas prestadas (una reseña con lluvia ligera)
Leí el texto de Benito como quien se sienta a escuchar con una copa de vino frente a alguien que sí tiene algo que contar.
Y eso ya es un regalo: escuchar sin prisa, sin necesidad de interrumpir.
Me recordó mis propios brotes adolescentes de fe: chiquitos, tímidos, en parte sembrados en México, en una familia católica, con amigos católicos, en una prepa jesuita, en un tiempo donde todavía me daba gusto dejarme caer, confiar y creer en algo.
El texto no ofrece respuestas —y eso lo hace más honesto.
Benito camina por la duda como quien sabe que no va a llegar seco a casa, pero igual sale sin paraguas.
Y en medio del camino, un símbolo:
un círculo abierto,
una flecha que vuelve,
y una cruz en el centro.
Un tatuaje, sí, pero también una brújula.
“Como recordándome lo que debo tener al centro de mis pensamientos”, escribe.
Y yo, que no tengo ninguna certeza firme, lo leí como quien acepta con gratitud una prestada —aunque solo sea por un rato.
Tal vez la vida sea eso:
juntar preguntas
y soltar las respuestas que ya no sirven.
Gracias a quienes —con fe, sin fe, o con una fe temblorosa— siguen caminando a mi lado.